EL REY LEÓN O EL PROBLEMA DE LAS GRANDES SUPERPRODUCCIONES.

Tenemos que remontarnos al “antes de Cristo” para recordar el origen del teatro. Cierto es que ya en la Prehistoria ciertos ritos de índole social se consideran como los inicios del teatro, pero el teatro dramático, tal y como lo conocemos, es un entretenimiento que nació y creció con los griegos del s. VI a.C y que, con sus altibajos, se ha mantenido hasta nuestros días. El teatro griego dio paso al romano. La Edad Media con su arte sacro y profano rivalizando con el teatro nō japonés. La Edad Moderna trajo los grandes dramaturgos y un estilo de interpretación que perdura hasta nuestros días. Como buenos frikis, sabemos que también se desarrolló en esta época en Japón el teatro kabuki.

Sigue leyendo, pronto llegamos a la parte en la que descargo mi ira sobre Disney y su sobrevalorado musical El Rey León.

Y llegamos al meollo durante el teatro contemporáneo, una época en la que aumenta el interés por el carácter visual de las obras. Aparece el musical en forma de pantomima, vodevil, comedia musical, show o burlesque. Infinitas formas que todos conocemos (ópera, zarzuela, opereta…) y en las que las canciones y los bailes eran tan importantes como el libreto. No hubo mal año tampoco durante el s. XX para los musicales, aumentando su auge la llegada de la televisión y las versiones cinematográficas de los mejores de ellos.

Pero no siempre ha sido amortizable. El nuevo siglo y la complacencia del público en nuevos espectáculos (más grandes, más fastuosos, más impactantes) generó que los productores quisieran realizar musicales dirigidos a un público masivo para amortizar sus inversiones, pero no todos los teatros están preparados para estas megaproducciones, ni todos los bolsillos pueden asumir el coste de una entrada. Lejos quedan las entradas gratis para el Circo Romano o las entradas de gallinero tiradas de precio.

Al final la culpa siempre es de Disney

The Walt Disney Company comenzó a adaptar en la década de los 90 algunas de sus películas de animación más famosas. La Bella y la Bestia o El Rey León eran grandes superproducciones con entradas a precios astronómicos, siendo el contrapunto de las obras que hasta ahora habían triunfado en Broadway, comenzando por la inmortal Rent, de Jonathan Larson, que ofrecía precios asequibles para que todo el mundo tuviera acceso a la obra.

Yo fui a ver Rent con el colegio. Me salió tirado de precio. Fui a ver La Bella y la Bestia con un grupo de amigas poco después. Todavía sigo pagando la entrada. Este año he ido por fin a ver El Rey León al teatro Lope de Vega (en la misma Gran Vía de Madrid donde vi los otros dos musicales). Mi indignación es la que ha provocado este artículo.

¿Cómo vamos a defender el arte cuando los precios son abusivos?

He hecho teatro durante años. He sufrido la escasez de presupuesto, las negativas de las salas, las anulaciones de contratos, las butacas vacías y el poner de tu propio bolsillo para que tu obra saliera adelante. Disney no tiene ese problema y hay una línea muy gruesa entre pagar a todos los integrantes de la representación y obtener algo de beneficios, y lucrarse de manera tan escandalosa a costa del espectador.

Con una diferencia de seis meses, vi el musical de El Rey León programado en Madrid y el que se desarrolla en Disneyland París. The Lion King: Rhythms of the Pride Lands dura una media hora y condensa la historia es un fantástico despliegue de música, canto, baile y animación que no tiene nada que envidiar al de dos horas y media de El Rey León.

¿Dónde estaba el secreto? Te sentaras donde te sentaras, vivías plenamente la experiencia.

Mi experiencia con El Rey León

Mi entrada valía unos 50€ y se encontraba al fondo del gallinero. Butacas estrechas, no me entraba ni el culo ni las piernas. No tenía espacio para poner ni abrigo ni bolso y no me dejaban ponerlo en otro sitio que no fuera encima de mis rodillas. El calor era sofocante, el ruido constante, el olor cada vez más intenso. Nadie me advirtió que necesitaría anteojos para ver la función. No oía la música correctamente, me perdía los diálogos, no apreciaba las expresiones de los rostros. No se veía bien el escenario.

50€ por una entrada de gallinero. Que se dice pronto. Una señora mayor delante de mí no fue al baño durante el descanso porque las escaleras, oscuras, empinadas, pequeñas, le daban miedo y prefería no tener que volver a subirlas y bajarlas.

El musical de #ElReyLeón no vale el precio de la entrada que pagas. Clic para tuitear

50€ por una entrada de gallinero. Quise un programa del evento y resulta que te lo cobraban aparte. Encima. Ni descuentos, ni día del espectador como en el cine. Nada. El bar bien que hizo su agosto: 20€ por dos coca-colas y un cubo de palomitas. Se lo pueden meter por donde Simba descomía los gusanos.

50€ y me perdí casi todo el espectáculo. Y me dicen que si quiero verlo y oírlo bien tengo que pagar 150€ y verlo en platea. Disneyland París es un tongo y dentro de poco haré un artículo al respecto, pero por lo menos pude disfrutar sus espectáculos perfectamente.

¿Qué pasa con las superproducciones?

La mayoría de los musicales son muy complicados de llevar a cabo. Son caros porque su puesta en escena también lo es. Necesitan como mínimo amortizar el gasto previo y pagar a las decenas de actores que hay en el escenario y de profesionales tras el escenario. Es comprensible.

Pero si no hay actores de diferentes categorías, tampoco debería haber espectadores de primera, de segunda y de tercera. Tu nivel adquisitivo es suficiente para disfrutar de una obra, pero resulta que necesitas cuatro veces más, pasando a formar parte de ese estrato social de tercera que se ha dejado 50€ por cabeza para no ver ni oír apenas nada.

Mi problema no es ni siquiera con el precio de las entradas, es con los resultados que obtienes.

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The Lion King: Rhythms of the Pride Lands en DisneyLand París.

El Rey León es una de las películas de nuestra infancia. De las pocas que encima no van de princesitas que necesitan ser rescatadas por un príncipe. Nos marcó. Y quieres ir a ver el musical y no vas por la historia, que conoces, ni por las canciones, que sabes que te van a adaptar. Vas por la puesta en escena y te lo pierdes porque eres un espectador de tercera con una entrada de tercera a precio de oro.

El espectáculo de The Lion King estaba incluido en la entrada de DisneyLand, la cual me costó lo mismo que la entrada para el musical de Madrid.  Y no sólo era un teatro en condiciones, sino que disfrutabas del musical breve te sentaras donde te sentaras.

¿Qué debería hacerse?

Punto 1. Aunque os sorprenda: El Rey León NO ES UN ESPECTÁCULO PARA NIÑOS. No llevéis a los niños. Dura demasiado, se aburren, comienzan a moverse y a hacer ruido, necesitan ir al baño, pasan por delante de ti. Te estropean la experiencia. Y encima no se acordarán de nada. Yo fui demasiado joven a ver La Bella y la Bestia y no me acuerdo de nada.

Punto 2. Dejar de llamar gastos de gestión a la plataforma online en la que compras la entrada porque es una comisión por ser intermediario de toda la vida. No sólo te dejas un precio abusivo por una entrada que no lo vale, sino que encima te dan un nuevo palo cuando ya has elegido las entradas.

Punto 3. Mis entradas no valían más de 5€. Si quieres cobrar esos precios tan altos cógete la obra, llévatela a las afueras de Madrid, al Ifema o a cualquiera de los teatros preparados a día de hoy (estupenda la experiencia viendo Les Luthiers este año en el Palacio Municipal del Concreso) y ofrece una experiencia agradable en la que no te sientas, literalmente, como sardinas en lata. Si no lo quieres hacer, adapta el teatro: no están preparados para el s. XXI.

Punto 4. Escuchad a la gente. Yo lo hice. Con muchísima antes de hacer este artículo. Butacas matadoras, espacios claustrofóbicos, cero medidas antiCovid…

Entendemos que la infraestructura es compleja y costosa, que habéis venido aquí a hacer dinero, pero una experiencia tan mala como esta hace que la gente pierda la ilusión no sólo en este musical, sino en todas las grandes superproducciones que se realizan. Yo soy una gran fan de los musicales, pero a día de hoy ni se me ocurre coger entradas para uno si no tengo garantizado que mi dinero estará bien invertido. ¿No queréis que hable en vuestros mismos términos? Mi dinero vale tanto como el vuestro. Sólo exijo lo que me corresponde.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. Como novelista ha publicado La Ciudad que Olvidamos (2024) y está centrada en la publicación de nuevos títulos. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II.

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