Ahora sí que sí. Con Loto negro (2001) la autora Laura Joh Rowland nos presenta el verdadero reto no sólo para cualquier relación de pareja, sino para una que encima trabaja junta. Ese momento en el que el amor, la dignidad y el deber se ven puestos a prueba. En definitiva, con este sexto libro de la saga de detectives en la Era Edo, el tercero desde la aparición de Reiko, la mujer de Sano Ichiro, asistimos a los temidos conflictos de pareja, que se entremezclan con el crimen de turno.
Nos situamos en el Periodo Genroku, año 6, mes 8 en Tokio; unos dos años más tarde de los hechos acaecidos en La mujer del samurái, analizado en esta web, igual que El tatuaje de la concubina, siendo cada uno secuela directa del anterior. La familia compuesta por Reiko y Sano ha crecido. De resultas de ello, Reiko ha permanecido algo apartada de las actividades detectivescas a las que se dedica su marido como honorable Investigador de Sucesos, Situaciones y Personas del sogún. Aunque algo aburrida por el desperdicio de su talento, asume su nueva condición hasta que un triple asesinato y la presencia de una esquiva testigo y posible culpable llevan a Sano a pedirle a Reiko que colabore en la investigación. La joven Haru no sólo será el comienzo de una trepidante aventura para ambos, sino que el casi recién estrenado matrimonio se dará cuenta de que las relaciones pueden quebrarse por los motivos más inesperados.
A lo largo de La mujer del samurái vimos con agrado que Sano ya apreciaba la presencia de su esposa dentro de su rutina como detective. La presencia de una mujer no sólo le permitía llegar a lugares vetados a los hombres, sino que su percepción de las cosas era diferente, convirtiéndola en un activo muy valioso. La autora decide poner a prueba a los dos protagonistas con un caso en el que Sano, echando de menos esa complicidad que los unía como pareja investigadora, decide que Reiko interrogue a su única testigo, dado que esta tiene miedo de los hombres.
El complejo mundo de las sectas
Las pesquisas llevan a Sano y su equipo a investigar la secta del Loto Negro, un templo budista cercano al castillo de Edo y del que numerosos funcionarios del sogún Tokugawa Tsunayoshi son adeptos. En dicho recinto se ha producido un incendio resultando aparentemente del mismo tres muertes.
A medida que avanzan en la investigación las opiniones de Sano y Reiko comienzan a divergir hasta llegar a peligrar su propia familia. Este hecho, lejos de parecer un tópico, cobra sentido puesto que no (sólo) se trata de salvar literalmente a su familia, sino de que aquello que los separa comienza a pesar más que aquello que los une. Por ello, sus decisiones se verán influidas por su orgullo, su sentido del deber y una cabezonería que cada uno atribuye a la experiencia aprendida por motivos de género. El resultado como personajes será que dejan de ser un equipo eficaz y para los lectores será un aliciente más para seguir leyendo la novela, la cual se va alejando más y más de cualquier cosa que conozcamos.
Esta separación también afecta a los secundarios que la autora gusta de incluir en sus historias. El ayudante de Sano, el joven Hirata, ha ascendido en el escalafón militar y por tanto en el social y su relación con la tímida Midori serán cruciales para el desenlace de la novela.
También hará que los personajes sospechosos (la abadesa Junketsu-in, el sumo sacerdote Anraku, el sacerdote Kumashiro, el doctor Miwa) y sus principales enemigos (el Consejo de Ancianos, con Makino Narisada a la cabeza) sean más grises, al no haber unidad ni consenso respecto a la opinión que Sano o Reiko se hacen de ellos.
Nosotros, sin embargo, como lectores, sí tenemos acceso a las actuaciones de los villanos de turno porque, por primera vez en uno de los libros de la saga, los vemos actuando. Sabemos quiénes son. Ellos nos hablan. Podemos ir formándonos nuestra opinión aproximadamente hacia la mitad del libro y eso nos da cierta ventaja.
Qué aporta la paternidad y la maternidad
Las cosas que les separaban estaban claras. Tener un hijo cambia la vida, pero en la Era Edo, que era lo esperable y natural, no debía ser así. No obstante, dado el complejo trabajo de Sano y la situación de Reiko como su confidente y compañera, la aparición de un bebé enriquece la lectura porque hace que los protagonistas dejen a menudo atrás su impulsividad al recordar que ahora su vida no es sólo suya, sino de un niño que depende de ellos. Esto desemboca en reflexiones interesantes, pensamientos muy humanos, reacciones más meditadas… y reproches más amargos.
La habilidad de unirlo todo.
Esclavitud, raptos, drogas, asesinatos, prostitución, piromanía, experimentos humanos, traición… Laura Joh Rowland va trenzando una complicada maraña en la que a la impotencia de sufrir una injusticia se le suma el no tener pruebas para reclamar justicia. El hilo se va tejiendo y Loto negro se deja leer con pasión.
La parte más débil es la creación y evolución del sumo sacerdote Anraku. Para ser el centro de devoción de miles de personas cuesta sentir su fuerza magnética. Parece empático y clarividente y algunas de sus declaraciones son muy gratas de leer, pero ahí termina el interés por el personaje. Esto y la narrativa usada en ese momento, me genera que no esté contenta con los últimos capítulos. La precipitación de los últimos hechos creo que no agradará a nadie. Son confusos, no en su desenlace, sino en su ejecución y es una lástima porque empaña los últimos dos capítulos del libro. Y, aun así, Loto negro resulta una lectura más que satisfactoria, por encima de la media, de esa que quieres leer no porque pertenezca a una saga, sino porque tiene valor como lectura individual y autoconclusiva.
Loto negro
Destaca en:
- La forma que tiene de ir aumentando el malestar en la pareja.
- La transmisión de los sentimientos de los diferentes personajes.
- Toda la información que nos proporciona sobre las sectas budistas en Japón.
- La ausencia (esperemos que temporal) del chambelán Yanagisawa aporta frescura…
Podría mejorar:
- …pero se le echa mucho de menos.
- La última fase referente al Loto Negro y sus integrantes.
- El personaje de Anraku es menos interesante de lo que quieren hacerte creer.