NAPOLEÓN: un Bonaparte sin alma.

Soy de las que piensan que no vale lo de hacer un biopic de cualquier personaje histórico. Que estamos saturando la gran pantalla a costa de querer dar a conocer cualquier chisme. Napoleón, sin duda, no entraba dentro de esta afirmación, aunque si echamos la vista atrás ya se han hecho muchas películas y documentales sobre Napoleón y/o ambientadas en su época. Desde las clásicas Guerra y Paz (1966) o El joven Bonaparte (1979), pasando por Austerlitz (2000) o N (2004). Incluso hay una llamada El Déspota (2012) que se centraba, como también pretende la que hoy analizamos, en su relación con su esposa Josefina.

Todo esto para mí no significa otra cosa que después de una docena o más de películas sobre el emperador Napoleón, ¿qué podía aportar Ridley Scott al espectador sobre esta figura histórica? Napoleón (2023) sólo empezó a interesarme en el momento en el que los historiadores y especialistas pusieron el grito en el cielo por la cantidad de inexactitudes históricas. Un tema que yo, cuando veo un biopic, es lo primero que pongo sobre la mesa. La idea de querer dar una nueva perspectiva histórica no debería estar reñida con una rigurosidad de los hechos que ya conocemos. Es obvio que nuevos hallazgos pueden influir en cómo consideramos al personaje, pero en el caso de Napoleón Bonaparte, se referían a su legado, así que no deberían afectar a los hechos concretos pasados o a la personalidad del general, que tan bien conocemos. En todo caso podemos poner en duda su intencionalidad.

Y esta intencionalidad es la que trabaja Joaquin Phoenix en su papel de Napoleón Bonaparte. Su pretensión de ofrecer un enfoque más íntimo y psicológico, mostrando sus miedos, dudas y ambiciones, conforman un ambicioso proyecto para el actor, que debe bucear en la mente del emperador, el militar, el político, hasta dar con un equilibrio que muestra esa visión más humana y compleja, que lo alejaría de esas interpretaciones que le tachan de villano o de héroe, según a quién preguntes.

No obstante, las licencias que ha decidido tomarse el guion de David Scarpa dan como resultado un Napoleón brutal y grosero, muy alejado del refinado defensor de la Ilustración. Por no hablar de los méritos culturales y civiles (educación superior, código fiscal, código napoleónico, carreteras, alcantarillado, etc) que son de las mayores aportaciones de Napoleón al progreso del país.

Podríamos hablar largo y tendido de las inexactitudes históricas de la película y, en parte, hay que hacerlo, porque estamos analizando un drama histórico y una biografía. No hay nada de malo en fantasear, pero cuando escojo un libro me fijo bien en si entra en la categoría de ficción histórica o es Historia de verdad. Y me atengo a los resultados de dicha elección. Con Ridley Scott podría haber hecho lo mismo, pero si volvemos a ese mantra de que “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” deberíamos esperar de un gran director que hiciera algo más que entretener y no un (cito textualmente): “Cuando tengo problemas con los historiadores, les pregunto: «Disculpa, amigo, ¿estabas allí? ¿No? Bueno, entonces cállate la puta boca.».”. Es ponerse a la altura del mismo personaje grosero que nos ha mostrado en el film y me hubiera gustado ver si le habría restado tanta importancia si se hubiera tratado de hechos y personajes de la historia de Gran Bretaña (recordemos que Ridley es británico, aunque con esos comentarios no lo parezca).

Pero es que si hablamos de simple y puro entretenimiento nos encontramos con el mismo problema. Napoleón es una película sin alma. No sabe conmover, no sabe impregnar de dramatismo a las escenas, no sabe hilar el curso de los acontecimientos de forma que seamos partícipes de la evolución del personaje, de sus verdaderos conflictos, de las razones de su comportamiento. Tenemos una visión sesgada que se hace muy desagradable de ver, como si fuera una sitcom (sin gracia) en la que cada “capítulo” es un hecho histórico que a Ridley Scott le ha venido en gana representar. Y claro, lo que él quiere es mostrar escenas de batalla realistas e inmersivas y algo de salseo en su relación con Josefina de Beauharnais (interpretada por Vanessa Kirby). Yo me he sentido como si me hicieran corta y pega de las mejores escenas de algo… sólo que este algo únicamente era mediocre.

En definitiva, Napoleón es una versión aburrida y monocromática de la vida de Napoleón plagada de inexactitudes sobre el personaje y que ignora hechos de suma importancia para conocer la Historia en general y esta figura en particular. No dudo de que habrá resultado un reto desde el punto de vista técnico, pero aparte de demostrar que puede recrear la ambientación y época que le venga en gana con una facilidad pasmosa, ¿qué nos aporta el Napoleón de Ridley Scott? Pues mucho miedo por dos razones: dice que tiene una versión de 4 horas y media lista para lanzarse en cualquier momento; y le han nominado a demasiados premios; como gane alguno igual se viene arriba y nos castiga con otro biopic sin alma.