PARASYTE: THE MAXIM: dos caras de una misma moneda.

Una forma bastante socorrida de reflexionar sobre la vida es hacer interactuar a un humano con un extraterrestre. El primero explicará conceptos, costumbres y pensamientos que el segundo, un foráneo de la Tierra, no comprenderá y ofrecerá su propia versión de aquello que observa. El anime Parasyte: The Maxim (Kiseijū: Sei no Kakuritsu, emisión 2014-2015) o simplemente Parasyte, puede entenderse de dos formas. Una la ya explicada. Y otra como un simple seinen de acción sobre un chico infectado por un parásito que consigue no verse totalmente invadido por él y, en simbiosis, deciden luchar contra otros parásitos devorahumanos.

Si nos quedamos con lo segundo, encontramos que es bastante entretenido. Una serie que funciona muy bien como thriller psicológico y en la que es complicado encontrar alguna escena que no tenga un gran calado emocional o argumental. Migi, el parásito, tiene una personalidad muy interesante que va cambiando con el tiempo. El humano, Shinichi Izumi, es el clásico estudiante cliché de los animes japoneses (buena gente, pero tímido, inteligente, pero no demasiado, respetuoso, pero con bravura interior). Aunque en su caso también se da una evolución, descubrimos que en realidad no afecta a la trama.

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Con esta introducción quiero decir que no importa mucho de qué vaya el anime en cuestión porque la verdadera enjundia, lo que lo hace diferente de los demás, no es ni su estilo, ni la animación de Madhouse, ni que un adolescente tenga una especie de gusano con ojo en su mano derecha (argumento que explotaría después en clave de humor Midori No Hibi al sustituir la mano derecha de un hombre por una chica, un manga bastante divertido, la verdad). Lo que hace especial a Parasyte es la búsqueda e identificación de la humanidad. O, dicho de otra forma, ¿qué es lo que nos hace humanos?

Parasyte explora de manera simbólica, cínica y humanista qué es lo que nos hace humanos.

Los parásitos son seres frágiles. No pueden vivir sin un huésped. Pese a que la historia no les concede sentimientos, sí les da consciencia de esta fragilidad. Así, parte de la trama que los involucra es su intento de entender a los humanos y hallar la forma de mimetizarse con ellos.

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Todo este arco argumental, que dura tanto como los 24 capítulos de la serie, es un camino en el que los extraterrestres luchan también entre sí, entre aquellos que apelan por la colectividad y el bien común, y los que desean explorar la posibilidad de una individualidad. Es muy interesante ver este proceso, pero aún más interesante es verlo cuando se compara con cómo conciben los humanos la aparición de estos seres, repulsivos por su propia naturaleza de parásitos: hay un enemigo que hay que exterminar.

Para Migi, la medición arbitraria del bien y el mal que establecen los hombres y mujeres por este hecho resulta tan chocante que proporciona al espectador escenas y diálogos que uno ni se espera. Máxime cuando Migi resulta ser desde el episodio 1 un ser en extremo curioso. Sabe que los seres humanos tenemos dos cerebros, el individual y el colectivo. Es decir, no somos tan diferentes de los parásitos. Y encima somos una forma de vida compuesta por millones. Por mucho que te quieras oponer a tu parte individual, no podrás hacerlo con la colectiva.

¿Cómo podemos entonces apelar a la humanidad?

La consecuencia de un gran guion y dirección (Shoji Yonemura y Kenichi Shimizu, respectivamente) que explora estas cuestiones es una gran conclusión: somos dos caras de la misma moneda. Humanos y parásitos somos familia, hijos de la humanidad y, por tanto, cuando una de las especies realiza un acto que a la otra le parece absurdo o monstruoso (normalmente la serie juega con esos dos extremos), la reacción es de extrañeza u horror.

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¿Puede ser la Naturaleza buena o mala?

El anime explora así el concepto de la culpa y lo hace desde el primer instante, trayéndonos un opening (Let me Hear) con una potente letra que critica el sentimiento de superioridad de los hombres sobre otras especies y nuestra culpa por todo lo que hacemos. Una noción que no existe para los parásitos, cuya vida parte del hecho de ocupar de forma completa un huésped, no sólo alimentándose de él (como la ciencia sabe que actúan protozoos, helmintos o ectoparásitos), sino que su invasión del cerebro hace que absorban la consciencia del humano. El parásito sólo busca un cuerpo. El humano deja de existir como tal. Ha habido un asesinato.

“Quizás los humanos seamos lo más parecido a demonios.”

Y… nosotros somos los buenos, ¿no? Somos los éticos, los moralmente buenos, aquellos que rechazamos lo monstruoso… ¿O quizás sufrimos una falta de empatía que nos hace considerar inferiores a otras formas de vida? Los parásitos, aunque diferentes, son seres racionales e inteligentes. A menudo más justos y fiables que los humanos. Y aunque hemos reflexionado en la ficción muchas veces sobre lo ambiguos que somos los hombres, con ese doble rasero de ser capaces de lo peor y de lo mejor y de cómo otras especies sentientes llegan a ser mejores que nosotros, ¿llegamos a entender lo poco que evolucionamos la raza humana y lo mucho que lo hacen los parásitos en temas tan importantes como la compasión, el altruismo, el pacifismo o la caridad?

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Dejémonos de filosofar

Parasyte: The Maxim es una serie muy satisfactoria y bien adaptada. Hitoshi Iwaaki escribió y ambientó el manga Parasyte en la década de los 80 (1988 a 1995), mientras que el anime está ambientado en el 2014, pero hay muy pocas diferencias más. Ahora vuelvo a ella y me sigue encantando la historia, personajes (destacando el parásito Reiko Tamura, el asesino Uragami y el sensible Mamoru Uda), ritmo y ambientación. Sé que debería haber hablado más en este análisis de su humor negro, de la alta calidad y originalidad de unas peleas concebidas para ser contenidas por el espacio urbano, del equilibrado componente de gore o de las escenas de verdadero dramatismo, pero este segundo visionado me ha dejado patente que lo más interesante de Parasyte es cómo nos hace reflexionar sobre nuestra humanidad.

Parasyte: The Maxim

7.8

NOTA GLOBAL

7.8/10

Destaca en:

  • Una historia redonda de principio a final, no decae.
  • Personajes interesantes.
  • Da pie a reflexionar sobre el ser humano.
  • Hay un spin off del manga para los que se queden con ganas de más: Parasyte: Reversi.

Podría mejorar:

  • El arco argumental padre-hijo es un poco débil.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. Como novelista ha publicado La Ciudad que Olvidamos (2024) y está centrada en la publicación de nuevos títulos. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II.

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