Haber crecido con la (por entonces) trilogía de Indiana Jones te pone el listón muy alto para cualquier película de acción y aventura. El famoso arqueólogo que viaja por el mundo buscando reliquias perdidas cuya existencia entra más en el terreno del mito y la leyenda que la realidad, ese profesor de universidad que dedicaba más tiempo a luchar contra los malos que buscaban beneficiarse de las supuestas propiedades mágicas de las reliquias que a dar clase a su alumnos… ese es el Indiana Jones que protagonizó la memorable trilogía de Indiana Jones y el Arca de la Alianza, Indiana Jones y el Templo Maldito e Indiana Jones y la Última Cruzada (que, como se demostró en 2008 con Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, no fue tan última cruzada). Ese Indiana Jones es el que ahora, cascado y desencantado de la vida, recién jubilado, protagoniza “una última aventura”, Indiana Jones y el Dial del Destino (2023), haciendo que todos los fans enarquemos la ceja todo lo que nuestros músculos faciales nos permiten.
No es para menos. Indiana Jones 4 resultó un pelín fiasco. Claro, la dirigía Steven Spielberg, la producía George Lucas y teníamos la tranquilidad de que John Williams seguía siendo responsable de la música, ¿qué podía salir mal? Bueno, no entraré en eso porque este artículo va de Indiana Jones 5, pero digamos que uno llega a esta nueva entrega de la saga con algo de escepticismo.
Una última aventura para descubrir qué es lo importante en esta vida.
¿Y de qué va Indiana Jones y el Dial del Destino? Pues volvemos al “viejo confiable” enemigo que son los nazis. Durante 1944, justo antes de la liberación aliada de Europa en la Segunda Guerra Mundial, Indiana Jones y su amigo, el arqueólogo Basil Shaw (Toby Jones), luchan contra los nazis y acaban haciéndose con una reliquia llamada la Anticitera, un mecanismo matemático inventado por Arquímedes que puede provocar fisuras en el tiempo.
En 1969, mientras todo el planeta celebra el regreso de los astronautas del Apolo 11, Indiana (Harrison Ford) regresa abatido a su casa tras su fiesta de jubilación, mientras intenta asumir su separación de su esposa Marion Ravenwood (Karen Allen). Tras encontrarse con Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge), su ahijada, descubre que el asunto de la Anticitera no está tan cerrado como pensaba y que su antiguo enemigo nazi, el astrofísico Jürgen Voller (Mads Mikkelsen) busca hacerse con ella (para cosas nazis, se entiende).
Indiana Jones y el Dial del Destino intenta ofrecer algo nuevo mientras busca hacernos revivir emociones pasadas. Suena a cliché, ese intento de algo nuevo, pero que mantenga la esencia de lo antiguo (un concepto que, en los videojuegos, se vive muy a menudo). Pero cuando el protagonista de tu historia ya no está en 1981, grabando escenas de acción con sus lustrosos casi 40 años (en la película tiene que aparentar unos 30), sino que tiene 81 (en la película tendrá que aparentar 70), muy bien llevados, pero 81 añazos al fin y al cabo… bueno, intuyes que las escenas de acción que tanto caracterizaban a la saga no van a poder llevarse a cabo… con dignidad o sin ella.
La existencia de tecnología que supla las carencias físicas se muestra con tal fuerza que, mientras apreciamos lo avanzado de la tecnología digital, también echamos en falta esa plasticidad, esa energía que caracterizaba a Indiana Jones y que le hacía sortear mil y un peligros de una forma realista. Suponíamos que Indiana Jones y el Dial del Destino tendría en cuenta que su protagonista de 70 años no podría hacer las mismas cosas que con 30, pero la película no llega a convencer en este sentido. Su forma de solucionarlo es acudir a escenas que ya conocemos (la consabida nostalgia) y que, aunque funcionan muy bien y no se sienten forzadas, no consiguen quitarnos la sensación de que nuestro Indi ya no está para esos trotes.
Porque esos trotes son escalar paredes rocosas, hacer submarinismo con escafandras de 1969 (en compañía de Antonio Banderas, alias Renaldo, que es bien), huir en tuk-tuk por las calles de Tánger… en fin, que lo de que huya por Nueva York en caballo hasta acabar en las vías del metro me parece hasta plausible ante los retos que le hacen pasar al bueno de Indi.
La gran aventura que es vivir la vida, la gran aventura que es redescubrir a la familia.
¿Empaña esto la experiencia como para considerarla mala película? en absoluto. Indiana Jones 5 es tremendamente disfrutable. Mantiene el humor de siempre, con sus chispazos de ingenio de andar por casa bien presentes. Tiene escenas de acción en las que se mezclan, como siempre, persecuciones, ataques cuerpo a cuerpo y tiroteos. La dirección, el guion, los diferentes escenarios, la emoción de ver la reliquia, la magia alrededor de esta, los nazis… todos los elementos que hacían grande la saga de Indiana Jones están presentes, como si hubieran permanecido bajo llave en una caja, como una reliquia en sí misma, y Spielberg se hubiera limitado a abrirla y hacer que todo el engranaje volviera a funcionar. No estamos en 1981, nos somos los niños-jóvenes-adultos que disfrutaron con la saga, pero ahí está esa caja/reliquia de nostalgia puesta a nuestra disposición con mucho respeto, para que los fans acabemos con las aventuras de Indiana Jones con buen sabor de boca.
¿Era necesario? Me pasé muchos años teniendo las espaldas de Harrison Ford, Sean Connery y sus compañeros alejándose a caballo del templo de Alejandreta como última escena en mi retina. Era un momento glorioso en el que padre e hijo se reencuentran y aceptan, mientras este último entiende que el verdadero valor de esas aventuras no eran las reliquias, ni por su valor histórico, ni material, ni espiritual, ni simbólico. Lo importante era que habían unido a padre e hijo, descubriendo qué era lo importante de la vida.
De igual forma, Indiana Jones 5 pretende volver a crear esa duda. ¿Qué es lo importante? ¿la fama, la gloria, el dinero… o la familia y los seres queridos? Ese reencuentro entre ahijada y padrino viene a contarnos la historia una vez más. No es sólo juventud vs vejez, ni aventura vs cansancio. No. La idea es que el pequeño Henry Jones o Junior ahora es el jubileta Indiana Jones y es su deber mostrarle a su ahijada Helena qué es lo importante de la vida y por qué vale la pena luchar.
Del mismo modo, la Anticitera funciona otra vez como elemento McGuffin para hacer avanzar la trama en este sentido, para que Indi pueda estar en paz consigo mismo, cierre viejas heridas, asuma su pasado, abrace su presente y, por el camino, consiga también la redención de esa persona que ha quedado a su cargo (porque esa es la labor de un padrino cuando faltan los progenitores, tengamos esto también en cuenta).
He perdido la cuenta de las veces que he visto la trilogía principal de Indiana Jones. No sólo forma parte de mi filmografía esencial, sino que ha conformado la forma que yo tengo de ver el cine de acción y aventuras. De concebir a un héroe que después he visto tantas veces en literatura, cine y videojuegos. Indiana Jones es Nathan Drake, es Lara Croft, es Rick O’ Connell, es Dirk Pitt (La ciudad perdida) y tantos otros personajes. Pero ninguno como nuestro querido arqueólogo con sombrero y látigo. Puede que no sea la película que fans y profanos estuvieran esperando ver. Puede que suene a descafeinada, a imperfecta, a veces incluso artificiosa. Pero también es un reencuentro del personaje con su propio yo y eso sí, eso se lo debían los guionistas a un personaje que tantas alegrías nos ha proporcionado.
Indiana Jones y el Dial del Destino
Destaca en:
- El buen tratamiento que se hace de la nostalgia.
- Los efectos digitales usados en la parte de 1944.
- La caja-reliquia de elementos de Spielberg sigue funcionando.
- Esa icónica banda sonora… y a todo trapo en el cine…
Podría mejorar:
- Aporta poco como nueva película de aventuras.
- Es muy optimista creer que el Indiana Jones de 70 y el Harrison Ford de 80 años pudieran seguir el ritmo de acción que presenta el guion.
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