SANTA CLARITA DIET: la familia que lucha unida, permanece unida.

Cierto, Santa Clarita Diet (2017) es una serie sobre cómo una mujer normal de un barrio acomodado se convierte inexplicablemente en zombie y su marido e hija, ayudados por su vecino, intentan encontrar una cura. Pero también es una oda al amor, al esfuerzo y al trabajo en equipo, que son los elementos que unen a una pareja y que hacen que Sheila y Joel, pese a la locura en la que se han convertido sus vidas, sigan adelante. Y como hay demasiadas series sobre no muertos a día de hoy, algunas incluso como I zombie con una temática y estilo parecidos, no quiero analizar Santa Clarita Diet sólo como la divertida e alocada comedia que es, y mucho menos andarla comparándola con otras series de muertos vivientes (que ambas cosas llegarán), sino reflexionar sobre este componente tan entrañable como extraño que es encontrar una serie enfocada en mostrar que la familia que lucha unida, permanece unida.

La premisa es bastante parecida a lo que encontramos en aquella lejana y algo casposa película de 1994 llamada Los Asesinatos de Mamá (Serial Mom), que mezclaba comedia y humor negro y donde una madre se vuelve algo tarumba y asesina a todo aquel que considera un peligro para su familia, y donde padre e hijos se vuelcan en ayudar a la señora con su problemilla.

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En este caso, Sheila (Drew Barrymore) es la ahora llena de vida y entusiasmo nueva zombie que ve la vida bajo un nuevo filtro (el de un mundo lleno de oportunidades) y Joel (Timothy Olyphant) su abnegado marido que, incapaz de alejarse de su mujer, intenta amoldarse a la nueva condición de Sheila en lo que podría considerarse un “yo por ti, ma-to” de toda la vida.

Un humor muy raro y que funciona muy bien.

El resultado es una hilarante comedia que une gag tras gag no tanto basándose en las situaciones descabelladas, que las hay, sino en el guion que las acompaña. Los diálogos, mezcla de naturalidad y exposición de pensamientos básicos son el punto fuerte de la serie, haciendo que el humor absurdo, negro y surrealista se entremezclen, para hacer así más potente la crítica al estilo de vida americano. Al final, zombies conscientes que tienen que matar a sus congéneres para poder seguir viviendo es, aparte de una clara referencia a este desvirtuado sueño americano, una excusa para poder contar la historia.

¿Y qué mejor para ello que incluir un elemento absurdo, surrealista y que genera humor negro como es el canibalismo, consecuencia de convertirse en un muerto viviente?

La crítica continúa cuando te das cuenta de que ese estilo de vida acomodado, ese sueño americano, es justo a la inversa de como se lo plantean sus protagonistas y, de rebote, todos los que le rodean que ven cómo sus vidas cambian al verse afectados por las decisiones de Joel y Sheila. Este matrimonio, que lleva 25 años casados, a pesar del cariño que se profesan y de las cosas que les unen, llevaban una vida aburrida y llena de todos esos clichés que tanto nos asustan. Es necesario que la vida te quite precisamente aquello que te hace ser vivo, tu humanidad, para que te des cuenta de lo mucho que aprecias a la gente que te rodea, así como a las pequeñas cosas que te hacían feliz. Además, despierta el interés apagado por cosas que te gustaban y que la pereza había dejado en un segundo plano.

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¿Convierte eso a Santa Clarita Diet en una oda a la vida?

No exactamente. Porque detrás de las escenas truculentas, la sangre y los asesinatos, el humor descacharrante y las situaciones absurdas, sigue habiendo un matrimonio que se da a sí mismo una oportunidad para empezar de nuevo y nos regala perlas de sabiduría para que nosotros, espectadores, hagamos lo mismo. La mayoría de nosotros querríamos ser más valientes de lo que somos, pero como en las películas eso suele traducirse por ser impulsivo, con sus catastróficos resultados adjuntos, decidimos ser cobardes y, con nuestros dos dedos de frente por bandera, justificamos este temor aduciendo que valentía e impulsividad suelen estar demasiado cerca. Y nos conformamos con comprar tazas de Mr. Wonderful o pegar post-it en el espejo del baño con frases motivadoras de cómete el mundo a cucharadas.

Matar está mal, aunque seas un zombie.

Esto es como cuando empatizamos con el protagonista a pesar de que es un gánster, un ladrón, un asesino a sueldo o …. (indexa aquí la profesión de tu prota de peli de acción/thriller favorita) y sabes que lo que hace está mal, pero te encariñas con él.

Sheila y Joel son adorables. No sólo entre ellos, que ves que su relación es tan sana como irreal (¿El rey del baile del instituto, el jugador destacado de fútbol americano, el atractivo y carismático joven en realidad es un adulto tartamudo que le asusta el sexo opuesto? No cuela), sino con todos los que les rodean. Pero dejando de lado la irrealidad que es su nueva rutina de buscar una cura para la mujer, lo que tenemos fríamente hablando es un matrimonio que se dedica a buscar “gente mala” para matarla y comérsela. Y todo mientras te/se repiten que no son mala gente.

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Erigirse en juez y verdugo al más puro estilo Rorschach (y tantos otros héroes y antihéroes de cómic, ejem) es algo que no les toca a ellos y aunque show must go on y todo eso (que para algo es una serie cómica) y el guion propicia que puedan sucederse muertes accidentales (¡muchachos, vuelve a ver carne en el menú!) no dejan de ser responsables de la pérdida de vidas humanas. Y la serie pasa de puntillas por todo eso que lleva evitándose unos años hacer en la ficción. Recordemos que en I zombie la protagonista necesita comer cerebros y empieza a trabajar para ello en un depósito de cadáveres.

No obstante, sigue siendo una comedia, así que, aunque los problemas morales es algo que se plantea la familia de forma constante, incluso en los capítulos de la segunda temporada dedicados a los nazis, provocan conversaciones tan divertidas como interesantes, no dejando que este tema haga perder el ritmo de la serie, sino todo lo contrario, usándola de pegamento para nuevas situaciones hilarantes.

Y, aun así, la familia que mata unida, permanece unida.

Matamos gente, vendemos casas, pero somos padres. Sería como el resumen chistoso de la situación que vive la familia y que, en todos los sentidos, acaba afectando a su hija Abby (Liv Hewson) y de rebote a su mejor amigo y vecino Eric (Skyler Gisondo). Es inevitable que quieran que su hija adolescente siga con su vida normal, pero estamos hablando de una chica de 16 años, plena edad del pavo, así que las conversaciones sarcásticas y macabras se multiplican cuando está ella de por medio.

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Dejaros llevar por un nuevo estilo de zombie

Cuesta definir su humor a pesar de que lo he intentado con epítetos diferentes a lo largo de toda la crítica. Comedia negra, sin duda, pero ayudada por la naturalización de actos reprobables y unas justas dosis de gore, que a algunos les parecerá excesiva.

No entiendo en qué momento alguien pudo pensar que Drew Barrymore era perfecta para este papel, y menos aún Timothy olyphant, pero el caso es que todo en Santa Clarita Diet funciona desde el capítulo uno, incluida la química entre estos dos personajes cuya torpeza y ternura forman parte de su encanto, de tal forma que devoraréis las tres temporadas de 10 capítulos cada uno de que está compuesta. Una serie que, con su trasfondo de dieta caníbal, sigue hablando de las necesidades individuales y colectivas de las parejas actuales, de la importancia del perdón, de la escucha activa, de reconocer los errores y de muchas otras cosas geniales a las que no di importancia desde el momento en el que fui consciente de que Nathan Fillion actuaba en la serie.

Santa Clarita Diet

7.2

NOTA

7.2/10

Destaca en:

  • Su ritmo, frenético, alegre, que hace que devores capítulos.
  • Un guion sólido con una premisa interesante.
  • Su humor, negro, sarcástico, loco.
  • La química entre los protagonistas.

Podría mejorar:

  • Habrá quien no quiera encontrar “tanto” gore dentro de una comedia (aunque sea una comedia de terror).

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II

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