Siguiendo la línea artística de sus últimas producciones (Vaiana, Raya y el último dragón) llega la 60º película de Disney, Encanto (2021) un musical inspirado en la cultura colombiana que cuenta la historia de la familia Madrigal que, tras sufrir un exilio forzoso junto a toda su comunidad, se instalan en un valle donde la vela que lleva Alma, la matriarca, se vuelve mágica dotando a la casa de vida y a sus convivientes de poderes que la familia usará para ayudar a los aldeanos. Sin embargo, la protagonista de la historia, Julieta, no posee ningún don, por lo que es despreciada por todos los demás. Un día, Julieta siente que la casa y sus integrantes están empezando a perder sus poderes y decide investigar para salvarles y, con ello, el estilo de vida de todo el pueblo.
Aunque la magia suele estar presente en todas las películas de Disney, de alguna manera Encanto es su película más intimista. Toda la acción ocurre en la Casita y sus alrededores, con algunos inevitables flashbacks, pero siguiendo la pista continuamente de Mirabel y su afán por ser agradable (como una Cenicienta moderna, vaya). Esto no quiere decir que Encanto sea una película arriesgada (repito, como una Cenicienta moderna), pero sí que prescinde de princesas y bellezones, de sentimientos egoístas (ese yo-yo-yo que ha caracterizado siempre a las protagonistas de las historias de Disney) y se centra, como ya lo hiciera Vaiana o Coco (esta última de Pixar-Disney) en ayudar a los demás y, en concreto, a la familia.
La familia como eje central
En Encanto sigue existiendo ese toque edulcorado con el que Walt Disney (compañía) en general trata sus producciones. Se ha hecho famosa por no arriesgar, por no innovar técnicamente y por su premisa de lo políticamente correcto. Lejos queda ahora esa famosa frase de Elsa en Frozen diciendo “No puedes casarte con un hombre al que acabas de conocer”, que fue lo que nos hizo pensar que Disney, por fin, estaba avanzando con la Historia en general y la sociedad en particular.
Pero los valores familiares siguen existiendo. No os equivoquéis, no hablo de ello en términos despectivos. Aunque sí que el constructo de nuestra sociedad suele hablar de papá-mamá-niño-niña-perro, y la realidad nos hable de otras formas de familia igualmente válidas y hermosas (y no siempre relacionadas con los lazos de sangre) la importancia de la familia en Encanto es crucial para entender el conflicto.
Honestamente, no hay nada de malo en no tener poderes, en la vida real no tenemos y aquí estamos, ganándonos el pan, pero lo que se esconde tras esa “tragedia” en Encanto es el hecho de que, como humanos, nos hemos acostumbrado a ciertas comodidades que damos por hecho y nos sentimos desvalidos sin ellas. De hecho, algunos de esos dones podrían ser considerados maldiciones, ¿quién quiere que su estado de ánimo afecte en el clima? ¿Quién quiere tener un oído súper fino que te dificulta hasta dormir?
Pero, obviamente, todo depende del prisma con el que se mire. Hasta el don más absurdo puede servir para el bien si se aprende a usarlo y, en Encanto, estos dones siempre han velado por ser útiles para la familia y el pueblo.
Esto provoca, en cambio, que aquellos que no tienen dones, como Julieta, sean considerados miembros de segundo rango. Si lo pensáis, el problema de las expectativas de los padres pasa por algo parecido a lo que sucede en Encanto. Tratamos a todos los hijos de igual manera, como si sus habilidades, capacidades y forma de ser fueran idénticas. Asumimos que, detrás del fracaso o de acciones que no entendemos, se esconde una persona mala, perezosa o nociva para el bienestar de la familia. Encanto no llega ni por asomo al nivel que Del revés nos mostró acerca de las emociones, la familia y el valor de cada persona, pero se esfuerza por mostrarnos la pluralidad que puede integrar cualquier familia. ¿Es esto suficiente para hacer de Encanto una gran película?
Desgraciadamente no. Entretenida, divertida por momentos, siempre trepidante en su ritmo, pero dando vueltas en círculos acerca de un argumento bastante simplón en el que no conseguimos hasta los últimos 10 minutos de metraje empatizar con los personajes. No hay una evolución en ninguno de ellos, no hay una construcción de sus personalidades más allá del cliché (la guapa, la forzuda, la amable, la histérica, el desenfadado, el oscuro…), ¿cómo vamos a empatizar así con sus conflictos? La película nos obliga a hacer un esfuerzo absurdo de empatía en los últimos minutos, resolviendo rápidamente y por la vía fácil el conflicto inicial. Detalle sin spoilers: odio los últimos 10 segundos de la película. No era necesario ese detalle.
Rompiendo esquemas físicos
No todo es malo. Mirabel (Stephanie Beatriz) es un personaje atípico para los cánones Disney. Rechoncha, despeinada, con gafas, y con unas inseguridades que oculta tras una fachada de positivismo a tope. Una especie de Betty la fea, pero con canciones que a veces se crece con los malos modos con los que le trata la familia, pero que nunca olvida que, con dones o sin ellos, el resto de su familia son personas con sus defectos.
Esa sensación de decepción constante que Encanto intenta recrear alrededor de la figura de Mirabel no resulta tan creíble como Disney espera; pero a todos aquellos que han crecido bajo las expectativas de unos progenitores, padres, abuelos, hermanos mayores, un entorno opresivo, entenderán que todos los personajes con poderes (destacando Isabela y Luisa) y no Mirabel son aquellos sobre los que está puesto el foco. Esa frase de Spider-man (Un gran poder conlleva una gran responsabilidad) se hace eco en Encanto (pensemos en la canción En lo profundo) y crea el verdadero y real conflicto de la película y no algo tan tonto como que la Casita vaya a dejar de ser mágica.
Las canciones
Si calculo mi edad, tiene sentido que me aprendiera siendo una infanta las canciones de La Bella y la Bestia, Aladdín, El Rey León, Mulán o Tarzán (vamos, la época Renacimiento de Disney que la llaman). Debieron ser aquellas que mis padres me ponían una y otra vez y, por eso, a día de hoy me sigo sabiendo sus bandas sonoras de memoria. La otra opción es que esa época del Renacimiento de Disney tuviera mejores canciones y que hasta Enredados con “Mi sueño es” y Frozen con su “Suéltalo” no me volviera a aprender otra canción de Disney.
El resultado con Encanto es materia musical es también un compendio de canciones alegrotas y que, de primeras, parece que tendrán mucho éxito (por supuesto, siendo Disney, han nominado a diferentes premios tanto el tema principal como la banda sonora). Tendrían que pasar unos años para que preguntase a los infantes de esta época si se saben las canciones de Encanto o, por el contrario, se saben las mismas que yo, ajustándonos a la teoría de que Disney ya no hace canciones como las de antes.
En definitiva
Encanto se ve con mucha facilidad. Pese a que no arriesgue, a su mensaje sobado y su miedo a un final realista, es animada, colorista, las canciones de Lin-manuel Miranda son adecuadas al entorno creado por la película, la dirección de Byron Howard (Zootopia, Bolt, Enredados) y Jared Bush, también guionista (Zootopia, Vaiana) crea un entorno visual atractivo con un diseño de personajes basado en la cultura colombiana (en toda, al estilo popurrí: Disney, prepárate) muy colorido y una mezcla de comedia y tragedia muy equilibradas. ¿Y los valores? Pues muy basados en la tradición colombiana, con sus cosas buenas y malas, pero siempre con la sensación de que cualquiera puede sentirse identificado, quizás respirar con alivio ante un problema común, pues, ¿acaso todos no buscamos encontrar nuestro papel en la familia y en la sociedad?
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