OPPENHEIMER: mucha mecha para tan poca bomba.

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Ha existido un cierto morbo difícilmente explicable en torno a la película de Oppenheimer (2023). Mientras los amantes del cine épico, las películas de Christopher Nolan y los fans de Cillian Murphy simplemente queríamos ver el film y esperábamos con contenido entusiasmo el estreno; el resto del mundo, abanderado por las redes sociales, creaba una expectación alrededor que nos ha pillado a todos por sorpresa. No me refiero sólo al fenómeno Barbenheimer, que es más una mezcla de casualidad y meme, sino a ese repentino interés que Oppenheimer ha despertado en el espectador.

Un espectador que ni en broma habría acudido a ver un biopic denso sobre un físico teórico que marcó el comienzo de la Era Atómica. A ver, es que me aburro hasta escribiéndolo. Pero ahí estaba la sala de cine, llena de chavalería, familias, tercera edad, gente random con Coca-Colas de 2 litros como si no entendiera que en una película de 3 horas van a necesitar sí o sí salir a orinar si se meten eso entre pecho y espalda (cosa que pasó como una docena de veces, con el consiguiente malestar para el resto). Todos ignorantes de que la película está basada en un libro con el alarmante título de El Prometeo Americano: Triunfo y Tragedia de R. J. Oppenheimer. Se veía venir.

El fenómeno Barbenheimer ha tenido algo que ver, claro. Por los loles, la gente ha seguido la corriente y se ha marcado una sesión doble (imagino que primero Oppenheimer, que es más densa, y luego Barbie, para relajar), con vestimentas color rosa por bandera. Pero sigue sin justificar el éxito.

Oh, vamos, ¿podemos simplemente admitir que es una buena película y la gente ha respondido al llamado de la buena calidad? Permitid que me ría. Los blockbusters de verano incluyen sagas como Misión Imposible 7 o Indiana Jones 5, pero no sesudas películas de suspense de 180 minutos de duración. Quizás en EEUU, tan patrióticos y necesitados de que saquen a relucir constantemente en la gran y pequeña pantalla a sus héroes, baste un poco de información para acudir en masa al cine, pero no ocurre igual en España, con un público tan volátil que no hay forma de saber si películas decentes (actualmente en taquilla) como Elemental o Asteroid City serán un éxito o un fracaso.

¿Y los que sí que queríamos ver ex profeso Oppenheimer?

No es lo que me esperaba. Matizo. Intachable a nivel de guion, dirección, efectos visuales, interpretación. Pero la historia no es la que esperaba. Creía que el film iba a tratar de la propia manufacturación de la bomba. Los problemas para llegar hasta la ejecución, las divergencias entre científicos… no sé, el proceso en sí mismo de la fabricación de la bomba. Algo más parecido a lo que vimos en Descifrando Enigma. Pero Oppenheimer se revela como un thriller político, marcado por la audiencia de seguridad a J. Robert Oppenheimer de 1954 y la de confirmación de Lewis Strauss (presidente de la Comisión de Energía Atómica de EEUU y, como recuerda a menudo, ex vendedor de zapatos; no confundir con el famoso fabricante de pantalones Levi Strauss).

Todo esto convierte a Oppenheimer en casi una película de abogados. Su ritmo, las entrevistas e interrogatorios, los tribunales, el aire marcial… y no es que esté mal, pero no es lo que uno esperaba y, francamente, para un largometraje de 3 horas, se hace bastante denso. No seré la primera que opine que al film de Christopher Nolan se le puede recortar, alegremente, media hora larga.

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De cualquier manera, es una película interesante. El general Leslie Groves (Matt Damon) recluta a Robert (Cillian Murphy) para dirigir el Proyecto Manhattan y desarrollar una bomba atómica antes que los nazis. La presencia de científicos como Edward Teller (Benny Safdie), Ernest Lawrence (Josh Hartnett), Niels Bohr (Kenneth Branagh) o Patrick Blackett (James D’Arcy) garantizan (con relativo éxito) que la película no se vaya de madre en lo de ignorar la presencia de la bomba atómica, dado que esta se acaba entreviendo más como un MacGuffin que como el objetivo del largometraje.

Quizás este detalle es el que ha posicionado a Oppenheimer como una película mainstream. La completa ausencia de terminología científica, la facilidad para seguir el argumento, su carácter “para todos los públicos” (en cuanto a guion, sí comentar que contiene la primera escena sexual de la filmografía de Nolan), la convierten en un espectáculo fácil de digerir, alejado en ese sentido de Interstellar, Inception o Tenet.

Esto también la ha alejado de ese melodrama y morbo que suele rodear la biografía de un famoso. Cuando ves Rocketman, Elvis o Bohemian Rhapsody (sí, tres musicales) tienes clarísimo que te hablan tanto de la persona como de la obra. Llevamos una década sufriendo los biopics de personas a los que Hollywood le ha salido de la claqueta homenajear con irregulares resultados. Estaba claro que con Oppenheimer esperábamos algo parecido y, sin embargo, Nolan ha evitado las escenas truculentas, ha dejado el trabajo del físico casi en un segundo plano y ha rebajado la importancia de la guerra en sí misma, no incluyendo momentos clave de la misma que habrían restado importancia al relato que el director quería contar.

El título de la película ya te estaba avisando de que se trataba de un biopic. Todo lo que cuentan es relevante, nos guste o no.

Tampoco podemos olvidar que Nolan es un artesano. Su filmografía se caracteriza por su buen hacer y quizás por eso parte de la expectación y éxito de esta, su última película, tenga que ver con el deseo de la gente por ver el resultado de esa combinación de IMAX 65mm, gran formato y escenas en blanco y negro. Por no hablar de la promesa de reducir al mínimo los efectos generados por ordenador. Una dirección muy artesanal, casi como emitiendo un tufillo antiguo, con todos esos planos contraplanos, y que reafirma nuestra sensación de que la película empieza siendo una cosa (¿un film bélico?) para acabar siendo otra (sí, una película de abogados).

Parece que Oppenheimer es una excusa para hablar de judíos y comunistas.

Y acabo concluyendo con todo esto que no es la mejor película de Christopher Nolan, como ya he ido oyendo por ahí y que habrá mucha fricción entre los que opinan que es un tostón, con toda la aburrida persecución de los comunistas y las charlas interminables llenas de nombres que no importan a nadie; y los que opinan que es una obra maestra, con su buen hacer técnico, su impresionante elenco y una banda sonora que es la verdadera protagonista de la película.

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Pero enamora su reparto. No es sólo que Murphy se coma la cámara, en la que seguramente es su mejor interpretación (con el permiso de los Peaky Blinders), sino que Emily Blunt como la mujer del físico nos ofrece nuevamente una de esas actuaciones dramáticas que tanto la caracterizan y que nos enamoran; Robert Downey Jr. nos sorprende con una interpretación totalmente fuera de lo que nos tiene acostumbrados el encasillamiento de su personaje de Marvel, en lo que no me sorprendería que terminase en más de una nominación a premios de los gordos.

Además de los nombrados anteriormente, destacar la presencia de Casey Affleck, Rami Malek, Florence Pugh, Tom Conti o Jefferson Hall. Es un reparto que, exceptuando a las mujeres de la vida de Robert, es eminentemente masculino. La película es consecuente con esto, pero el director tiene tiempo de poner a los personajes históricos femeninos en su lugar, destacando la importancia que tanto profesional como personal tuvieron en Los Álamos y el Proyecto Manhattan, con una sutileza difícil de ver en el cine de hoy.

Una muy buena película, no la película que quería.

Suena a rabieta de niña pequeña, pero en mi defensa diré que los tráileres resultaban engañosos. Creo que Oppenheimer influirá en el pensamiento de la gente por un tiempo, por lo menos para no olvidar las atrocidades que se cometieron durante la Segunda Guerra Mundial, pero es fácilmente olvidable. Tampoco ahonda en el sentimiento moral de los implicados (puede que por evitar ese sentimentalismo del que hablaba antes). Quizás lo más importante sea esa última escena de Robert con Albert Einstein en la que se deja una reflexión sobre la mesa para que la atrape el espectador avispado. Aunque la recojas o no, siempre habrá una verdad indiscutible: la guerra es una mierda que habría que evitar siempre.

Oppenheimer

7.4

NOTA GLOBAL

7.4/10

Destaca en:

  • Dirección espectacular.
  • Banda sonora impresionante.
  • Nivel interpretativo muy alto.

Podría mejorar:

  • Film eminentemente de diálogos que no gustará a todo el público.
  • obra media hora de metraje.
  • Los que esperen que la película gire en torno a la bomba nuclear se sentirán decepcionados.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. Como novelista ha publicado La Ciudad que Olvidamos (2024) y está centrada en la publicación de nuevos títulos. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II.

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