BABY DRIVER: cambiando la fórmula de las películas de atracos

Cuando una película como Baby Driver (2017) ves que no te ofrece geniales interpretaciones, ni una historia original, ni giros argumentales, ni nada de lo que suele hacer que una película sea buena te sorprendes de que aún así pueda ser una buena película. Por regla general suelo despreciar bastante las películas basadas en ofrecer una buena calidad en cuanto a aspectos técnicos en pro de olvidar todo lo demás, pero en este caso es la dirección de Edgar Wright (¿Qué no podemos esperar del director de Zombies Party y Scott Pligrim contra el mundo?), la banda sonora, los efectos especiales, el montaje y en general el compendio de todos estos elementos lo que hace de Baby Driver una de las películas de coches y disparos que se pueden salvar de mi criba personal; sí, de esa cruzada contra el cine palomitero de acción que a día de hoy no aporta absolutamente nada, como ya comenté hace poco.

Baby Driver es desde su comienzo un homenaje a las películas de Tarantino y a esa época pulp que tiene un nosequé que la hace extremadamente atractiva, no sólo visualmente, sino que provoca que cosas como el sobado argumento (atracos y persecuciones), los típicos personajes (a pesar de la presencia de gigantes como Kevin Spacey, Jon Bernthan o Jamie Foxx) y los chascarrillos baratos luzcan como diamantes a pesar de presentarse como circonitas.

No es el qué, es el cómo

Narrativamente hablando ver Baby Driver es subirse en un metafórico coche sin frenos y dejar que el paisaje se suceda siendo conscientes de que el vertiginoso ritmo podrá hacer que nos dejemos detalles sin percibir. Esto es algo casi pecaminoso tratándose de un director como Edgar Wright que disfruta mostrándonos todos sus referentes a la hora de trabajar. Afortunadamente está tan bien filmada (ains, cómo me gustan los planos secuencia) que es imposible no acordarse del cine hollywoodiense de los 70 así como obras que nos llegaron en los 90 como Pulp Fiction, con negro cabreado incluido, en las que la ironía, la violencia, la moralidad dudosa, los amores problemáticos y los “buenos criminales” son tan utilizados como ahora lo son en Baby Driver (a través de personajes tan tóxicos como los interpretados por Jon Hamm y Eiza González, por ejemplo).

.

Y es así durante las casi dos horas de película. Sí, es chico bueno (Ansel Elgort) obligado a hacer el clásico trabajo sucio, y sí, también es amor prohibido con chica excesivamente buena para él (Lily James) pero también es un guion sólido y cerrado, es dinamismo, es frescura en los diálogos y es comedia negra, todo preparado para crear nostalgia en los ya un poco viejunos y un poco de WTF en los más jóvenes, demasiado pasados de vueltas con Fast Track, Fast & Furious, Death Race  y demás pelis de coches.

¿Una película o una canción?

Ambas cosas, o quizás una simbiosis tan estupenda que nos dé igual estar visionando una canción o tarareando una película. La importancia de la música en las películas está de sobra probada; sin embargo, las películas de acción suelen crear o coger refritos de bote que acaban sonando todos iguales pero que nos permiten estar en un estado de adrenalina cuando se produce la típica persecución con disparos por la ciudad. Ya tenemos las fórmulas preparadas y funcionan casi para cualquier película de acción.

Sin embargo, en Baby Driver se le da una importancia tan vital que cada nota está acompasada con cada escena, convirtiéndose casi en un musical en el que las mejores canciones se componen cuando las melodías de los diferentes personajes interactúan. Y si no, que se lo digan a la banda sonora de El Señor de los Anillos.

Y lo más curioso es que dentro de una película de acción las canciones son odas a la libertad, historias de amor, cantos de esperanza… todo representaciones del estado de ánimo de Baby, un chaval con un pasado traumático que intenta ser bueno rodeado de malos (sí, quién ha dicho que Edgar Wright no pretendiera hacer dinero con este film comercial) y con historia teenager para redimirse.

Baby Driver da la sensación de que no se ha vendido bien. Quizás su estreno llegó en vacaciones, o en plena tormenta con granizo incluido de esas que España no ve en mucho tiempo, o quizás no llegó a saber venderse en su tráiler como otra cosa que una película de acción palomitera que oye, quizás el día del espectador caiga, pero sé que con el tiempo llegará a convertirse en esas películas que disfrutas revisionando una y otra vez. Películas aparentemente simplonas como Red (la 1 y la 2) o Espías despiertan una simpatía en nosotros que nos hace revisionarlas, cosa que sé que no volveré a hacer con Manchester frente al mar o …leñe, no me acuerdo, sí, la de Di Caprio y el oso, ¿cómo se llamaba?, porque no han olvidado por un lado que la función principal del cine es entretener y por otro que puedes hacerlo sin dejar por ello de hacer buenas películas.

 

Baby Driver

7.6

NOTA GLOBAL

7.6/10

Destaca en:

  • Todos los aspectos técnicos
  • Su ritmo vertiginoso
  • La banda sonora
  • Sencillamente es muy original

Podría mejorar:

  • La historia, extremadamente sobada.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II

También te puede interesar:

LA CASA DE PAPEL BERLÍN: no todo vale en nombre del amor.

Berlín, la precuela de La Casa de Papel es una serie irregular hecha para el lucimiento del personaje interpretado por Pedro Alonso. Lástima que descuiden todo lo demás.

ARGYLLE: la película de los plot twits.

Argylle es divertida, pero encima aporta con su mezcla entre ficción y realidad. La sientes como una combinación de Bullet Train, Kingsman y La ciudad perdida.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Thumbnails managed by ThumbPress