La mayoría de la gente de hoy en día cree que la lucha y el empoderamiento de la mujer es una cosa bastante actual. Por supuesto, no entre los círculos políticos y sociales, donde esta lucha podría decirse que se viene dando desde siempre, pero entre la gente de a pie en la sociedad occidental, sobre todo esa que ya nació con una igualdad entre hombres y mujeres bastante real, esa que da por hecho determinados derechos, dar un vistazo atrás a la Grecia clásica puede ser muy acertado.
Y digo esto porque solemos pensar que todo lo que hacían los griegos era mayoritariamente mejor que lo que disfrutamos ahora. Hablamos de Grecia y Roma como las épocas de esplendor, democracia y justicia, y la Edad Media como los siglos de barbarie y retroceso. Un retroceso tal que hasta casi finalizado el s. XX no hemos vuelto a disfrutar de todos aquellos privilegios.
¿Es esto cierto? Por supuesto que no. Grecia es inabarcable en cuanto a todo lo que podemos aprender de ella, pero no en cuanto a los derechos de la mujer y su estatus dentro de la sociedad griega. Y ya Claude Mosse en 1983 nos hablaba de ello a través de su obra La Mujer en la Grecia Clásica (La Femme dans la Grèce Antique).
Puede que para el público de Generación Friki este ensayo no sea lo que uno espera encontrar. Lo cierto es que, en mi búsqueda de material de estudio e investigación, accedo a las más variopintas obras, pero esta me llamó poderosamente la atención (y por eso es que quiero compartirla con vosotros) porque en plena era audiovisual damos prioridad al material de ocio que nos ofrecen las plataformas online y se nos olvida que estas son, principalmente, para nuestro divertimento. Por mucho que queramos ver empoderamiento y protagonismo en las mujeres, la realidad era bien diferente y hay que acudir a obras como La Mujer en la Grecia Clásica para encontrar el equilibrio.
Menciono equilibrio porque se trata de una lectura muy amena. Claude Mosse consigue transmitirnos no sólo su pasión por el tema en cuestión, sino hacernos entender esa “otra” realidad que era la situación de las mujeres griegas en aquel momento histórico en el que estaban, literalmente, supeditadas al otro sexo. La sociedad isonómica tardaría mucho en llegar y, como bien sabemos, en muchas partes del mundo todavía es sólo una utopía.
Yo me he leído la versión de 1990 con acertada traducción de Celia María Sánchez, cuyo prólogo para la edición española comienza precisamente con una frase que resume la intencionalidad de la obra, o su razón de ser: “La historia de las mujeres ha pasado a formar parte de la Historia desde hace sólo unos veinte años”.
Aristófanes, Hesíodo, Praxágora, Herodoto, Plutarco, Platón, Solón, Tucídides, Pericles, Aristóteles, Apolodoro, Jenofonte… serán los autores que nos hablarán de las mujeres griegas.
Fue en Grecia donde se pusieron esos primeros pilares de nuestra civilización occidental y ello, para bien y para mal, incluye también la concepción que hoy tenemos de la mujer. Pero aun siendo el tratado de la autora un escrito de carácter feminista, no olvida su rigor histórico. Nos ofrece una lectura realista sobre aquellos pilares sociales que muchas veces nos puede llenar de pesar al ver la realidad en la que vivían nuestras congéneres.
No obstante, La Mujer en la Grecia Clásica no pretende ser una reivindicación (por lo menos, no directamente), tanto como mostrar el papel que cada mujer (cortesanas, esclavas, sirvientas, guerreras, etcétera) tenía dentro de la sociedad griega, siendo en todo momento consciente la autora de que lo que nos ha llegado hasta nuestros días (con la excepción de la poetisa Safo de Lesbos) está escrito por hombres.
Digo esto porque hay que entender que, asumiendo los roles de la mujer dentro de la ciudad, los hombres no pueden ser tachados de machistas. Hijos de su época, en la época helenística se las trataba con respeto dentro de su papel secundario relegado a la procreación y el gobierno de la casa. Por ello, no es una lectura que trate de forma despectiva ni a hombres ni a mujeres, siendo así que cada mujer que nos ha llegado descrita por los hombres griegos (Penélope, Clitemnestra, Hécuba, Areté, Helena, Andrómaca…) son ensalzadas conforme a los cánones de la época (quizás, exceptuando a Hesíodo, que ya sabemos que era algo misógino). Cada obra que ha llegado a nosotros, ya sea tratado, memoria, obra de teatro o poesía, pone de manifiesto la forma en la que hombres y mujeres en Atenas concebían sus obligaciones.
Hedna, pherné, proix, kyrios, demos, thêtes, stenochoría, epíkleros, kyria, gyné, pallakaí, hetairas, pallaké, metoíkion, pornai, éranos, prostates, genos, ergasterion…y sobre todo oikos conozcamos con La Mujer en la Grecia Antigua conceptos que nos ayudan a entender la situación de la mujer en el periodo helenístico.
Al fin y al cabo, como dice la autora al principio de la segunda parte, “No se conoce a una sociedad sólo por los hechos jurídicos, sociales o económicos. Con mucha frecuencia, esta sociedad se muestra con más nitidez a través de la imagen que se hace y que da de sí misma que por medio de estadísticas o leyes, por muy estables que sean [] Por consiguiente, un estudio de la mujer en Grecia implica poner al día las imágenes que los mismos griegos crearon y plasmaron en la epopeya, la poesía lírica, el teatro trágico y cómico, sin dejar de lado las opiniones de los filósofos y los relatos de los historiadores.”.
Personalmente, no leí La Mujer en la Grecia Clásica con ánimo de conocer más de estas mujeres. Entre la mitología y la literatura cualquiera puede tener acceso a saber más de ellas. Mi interés radicaba en el comportamiento de los griegos con respecto a las mujeres en general y en la propia cultura de la oikos en relación con la mujer en particular. También hay tiempo para tratar el amor, la sexualidad, el humor. Aunque creo que Claude Mosse podría haber sido más exhaustiva (hablamos de una lectura breve, apenas 180 páginas), el ensayo deja buen sabor de boca.