EL JUEGO DEL CALAMAR: cuando una serie se vuelve polémica.

Nunca he sido una persona a la que le importara lo que estaba de moda en determinado momento. Eso podría explicar cosas de mi atípica infancia-adolescencia, lo sé, pero a día de hoy resulta tremendamente útil porque cuando he terminado de ver, jugar o leer lo que sea y he pasado a otra cosa, me entero de que tal o cual se ha hecho viral y es cuando me pica la curiosidad, ¿por qué esto y no otra cosa? Algo así me ha pasado con El juego del calamar (2021). Lo visioné porque su tráiler parecía una mezcla de Cube, Humor Amarillo y Battle Royale y, tan acostumbrada como estoy al “todos contra todos” y al estilo del anime, deducía que me iba a resultar, no tanto una serie interesante, como nostálgica.

Esta nostalgia se terminaba en el momento en el que yo daba por hecho que El juego del calamar iba a ser una serie que no iba a aportarme más que gore y lucha por la supervivencia, pero con poco contenido adicional, por lo que supuso una grata sorpresa descubrir que la serie de marras tenía más enjundia y, por ello, se hacía más disfrutable.

El argumento, para los habituados al estilo battle royale, es hasta sobado. El protagonista (Lee Jung-jae) es un hombre desesperado y lleno de deudas que acepta jugar al macabro juego de unos desconocidos encapuchados, junto con otros tantos miserables con problemas (HoYeon Jung, Park Hae-soo, Lee Yoo Mi, Wi Ha-joon, Oh Yeong-su). Dichos juegos, de carácter infantil, cuyas normas conocen en el momento mismo de jugar, suponen el asesinato instantáneo de los perdedores. Un “Sólo puede quedar uno” de toda la vida.

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Una atractiva estética acompañada de planos simétricos.

Y la serie, con un ritmo excelente, un argumento que se tuerce y se suelta constantemente, con unos personajes arquetípicos, pero bien implementados y una factura técnica que hace muy creíble todo lo que está pasando, responde a las exigencias de todos aquellos que busquen un entretenimiento ligero y con una puesta en escena tan trágica como delirante que hace que no te importe que las sorpresas durante los 9 episodios que dura esta primera temporada sean limitadas. Lo que importa es la ejecución y esta se realiza de forma impecable.

Entonces, ¿qué le pasa a la gente que se ha vuelto loca con esta serie?

Es algo así como quien dice: sí, es buena, pero tampoco nos pasemos. Yo pensé lo mismo y me sorprendió tanto revuelo, hasta que encontré que con El juego del calamar ha pasado como esos productos que te dicen que no mires porque son de adultos…y claro, los miras.

No sé si alguien al principio pensó que El juego del calamar era la última película de Disney, pero imagino que es como cuando alguien, inocentemente, pone “Colegialas rebeldes” esperando ver una serie de instituto y (lógicamente) le sale una película porno. Las redes sociales han echado chispas con comentarios absurdos sobre que esta serie, con calificación desde el minuto uno para adultos, no era para niños y todo el mundo se ha sentido en el deber de reducir su análisis de El juego del calamar al comentario más reducción al absurdo como es este que os repito: es buena serie, pero no es para niños.

Y esta polémica ha resultado tan monumental que, hasta yo, esa a la que jamás le ha importado lo que estuviera o no de moda, ha tenido que detenerse a investigar porque, honestamente, me cuesta mucho creer que no vaya a poder hablar como hago habitualmente de la serie en términos técnicos, filosóficos y existenciales, para tener que argüir que sí, que la gente es bastante imbécil y ha dejado que los críos vean esta serie y ha preferido echar balones fuera de su responsabilidad.

Entonces, ¿es que no hay nada más que aporte esta serie que violencia?

Ni muchísimo menos. Si una serie pudiera sostenerse y lograr tamañas cotas de audiencia sólo por el gore las temáticas se habrían reducido a una; pero sí que es cierto que El juego del calamar tiene mucho de show televisivo que tanto gusta al espectador medio. No nos hemos pasado las últimas décadas viendo Qué apostamos o El juego de la oca, pasando por Gran Hermano y toda la mierda de la televisión para ahora renegar de una serie que ofrece literalmente eso: un show lleno de sorpresas donde se va eliminando a los perdedores en cada ronda y donde el ganador se lleva un premio.

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Un estupendo contraste entre el infantilismo de los escenarios y el dramatismo de las escenas.

Entonces, ¿es posible que lo que nos guste de esta serie sea su violencia?

Primer punto. Cuando dispones de un guion cuya violencia está al servicio de la trama es más fácil que el espectador la visione con más tranquilidad. Segundo punto. Cuando los protagonistas son (en general) un grupo de malas personas que están en esa situación por haber obrado mal aceptas sus muertes con más alegría. Tercer punto. El ser humano es competitivo por naturaleza y nada hay más competitivo que jugar a un juego y que te den un premio por ello. El hecho de que sea a vida o muerte sólo lo hace más atractivo para el espectador que, desde su sillón, puede distanciarse de las decisiones que toma el jugador.

Entonces, ¿lo que nos ha gustado es nuestra empatía para con los descastados?

Aquellos personajes que están en una situación desesperada por las vicisitudes de la vida generan empatía con nosotros. Vivimos tiempos difíciles a nivel laboral, económico y familiar, así que es lógico pensar que todos estos marginados sociales despiertan en nosotros cierta ternura y sentimientos de apoyo que quizás nos desvían de la pregunta clave: ¿el hecho de que la vida te haya tratado mal justifica que tú hagas el mal para salvarte?

Y así llego a mi parte favorita del análisis, aquella que se centra en las famosas premisas del filósofo, escritor y diplomático Nicolás Maquiavelo, a quien comúnmente se le conoce por el “lema”: El fin justifica los medios.

Esta pequeña reducción al absurdo forma parte de la hilarante forma que tiene El juego del calamar de presentar sus propuestas. Quiere hacer partícipe al espectador, al igual que a los 456 jugadores, de poner en una balanza sus decisiones, de juzgar quién debe vivir y quién morir, quienes lo merecen más que otros y, siguiendo la premisa del teólogo del siglo XVII Hermann Busenbaum por la que Cuando el fin es lícito, los medios también lo son, posicionarnos sobre los métodos que emplean unos y otros para lograr sus objetivos.

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La mayoría de los juegos incluyen azar y carrera contra el tiempo.

Entonces, ¿la serie defiende esos métodos?

En absoluto. La serie te presenta una situación y son los diferentes jugadores los que eligen cómo afrontar los retos. Lo hace de forma intrépida, realista, a menudo muy visceral, pero siempre dejando claro que, de esos 456 jugadores (que representarían en la realidad a la población mundial) cada uno actúa según su libre albedrío. No es de extrañar pues que descubramos que los valores como el respeto por la vida humana, la compasión, el compañerismo, el amor fraternal, etcétera, se muestren en El juego del calamar como alternativas a la ambición y la codicia.

El último “entonces”.

El juego del calamar es a día de hoy la serie surcoreana más vista de Netflix. Ya llegará otra a su debido tiempo, pero mientras tanto, me gustaría asumir que su éxito se debe a un compendio de elementos bien trabajados y cuajados entre los que sí, destaca el tema de la desigualdad social que trataron recientemente películas de gran éxito como El Hoyo y Parásitos. Si encontramos ironía en adultos jugando a juegos infantiles en escenarios bucólicos pensemos que quizás el director Hwang Dong-hyuk nos quiera mostrar algo parecido a aquella frase del Evangelio que dice “Los que no se hagan como niños no entrarán en el reino de los Cielos”. Luego ya está lo que haga el ser humano adulto, que suele ser bastante imbécil.

El juego del calamar

8.2

NOTA GLOBAL

8.2/10

Destaca en:

  • La puesta en escena, un gore al servicio de la trama.
  • Guion trepidante.
  • Original forma de hablar de la desigualdad social.
  • Buena dirección y fotografía.
  • Buena forma de mezclar el battle royale con el estilo anime.

Podría mejorar:

  • Final innecesariamente flojo.
  • No a todo el mundo le convencerá una violencia que a veces roza el morbo.
  • No a toda la comunidad coreana le han convencido las traducciones.
  • Como es habitual en el cine asiático los personajes están un poco sobreactuados.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II

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