Con un título tan exagerado como sugerente, Doctor Strange en el Multiverso de la Locura (Doctor Strange in the Multiverse of Madness o lo que será para mí Dr. Strange 2, 2022), la secuela de Dr. Strange sigue contándonos las aventuras de este superhéroe de la franquicia Marvel que supone ya la friolera de su película número 28. Dicho número, si hablásemos de películas de James Bond no significaría nada, pero cuando se trata de personajes del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) viene a significar que, para enterarte de algo, tienes que haber visionado muchas de las anteriores 27 (amén de muchas, muchas series). Los fans hemos asimilado estas cifras con una facilidad pasmosa y, aunque a veces hemos encontrado auténticos bodrios, también nos vemos recompensados con peliculones como el que hoy analizamos.
Doctor Strange en el Multiverso de la Locura tiene lugar unos meses después de los hechos acaecidos durante Spider-Man: No Way Home y su mayor particularidad reside en el insospechado adversario contra el que tiene que enfrentarse Stephen Strange mientras viaja por el multiverso.
Este escueto resumen en el que apenas desvelo nada espero que os haga comprender lo atípica que es esta película frente a otras de la franquicia. Ver a Benedict Cumberbatch interpretar a varias versiones de él es interesante, pero ver cómo viejos amigos, nuevos aliados y sorprendentes antagonistas se dan cita en la nueva cinta de Marvel es aún mejor, ya que tienes la sensación de que, a medida que la trama avanza, puedes ver desaparecer a personajes con los que estabas encariñado.
Cuando se trata de una película palomitera de superhéroes no le das tanta importancia, pero Spider-Man: no way home nos demostró que Marvel y sus guionistas podían trascender el cine de acción casual para ofrecer reflexiones tan profundas como los personajes que las viven; y Doctor Strange 2 nos confirma que las deliberaciones sobre la condición humana son un tema que ha venido para quedarse.
Y esto es muy importante porque a menudo se nos olvida que el hecho de tener super poderes no tiene por qué ser un don para aquel que los recibe. El director Sam Raimi parece que entiende este detalle porque nos ofrece, no sólo un espectáculo visual de primera categoría que nos pegue el trasero a la butaca, sino una crudeza de argumento y ejecución tan bestias que te hace preguntarte si, finalmente, se ha abierto la veda de las películas “no-blancas” en Walt Disney.
Porque siendo sinceros, no es lo mismo que un chasquido de dedos haga desaparecer a una persona, que ver de forma sangrienta y directa cómo solucionan algunos personajes los problemas en este film. La búsqueda de uno mismo tan catártica y ensoñadora que propone el guion se ve alterada constantemente por imágenes que te recuerdan aquella famosa frase de “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” y que te hace preguntarte hasta dónde podría llegar Sam Reimi si le dejaran continuar por esa línea de dirección.
¿Es ambición lo que hace al director cambiar la tónica de las películas de Marvel? Podría ser. O quizás es sólo que ya nos habíamos acostumbrado al tono edulcorado de los films y, de repente, esta avalancha de ideas nuevas nos hace encontrarnos tan fascinados como atraídos.
No obstante, no todo es bueno en Doctor Strange en el Multiverso de la Locura. Esa ambición de la que os hablaba no ha influido en explotar todo el potencial de la película, existiendo algunas ideas que no se aprovechan. Por ejemplo, como si de racanería se tratase, sólo nos muestran tres multiversos y durante muy poco tiempo (a ver, recordemos el título de la película, ejem). También encontramos que, pese a la importancia de los illuminati, apenas se les concede peso en la trama y su presencia existe para crear escenas de fan service. Me ha surgido la pregunta de si se trataba sólo de una puesta en escena para presentar un universo que, quizás, aparezca en futuras películas… pero son elucubraciones y su presencia en Doctor Strange 2 sólo genera confusión (y sí, mucho hype).
Lo cierto es que estas ideas y personajes desperdiciados no son exclusivos de este film, pero solía reducirse a uno o dos personajes, siendo así que aquí acabamos casi con un reparto casi coral. Sí, el personaje de América Chávez (Xochitl Gomez) posiblemente volveremos a verlo y es fácil deducirlo ya que el final plantea tanto nuevos inicios para algunos personajes como puntos interesantes de los que partir para nuevas películas, pero no he quedado nada satisfecha con la manera en la que algunos personajes de otros multiversos aparecen y desaparecen, creando la confusión de si llegarán a emerger en el universo al que pertenecen todos los superhéroes que conocemos y si lo harán de forma más contundente.
Todas estas preguntas surgen porque Doctor Strange en el Multiverso de la Locura es una de las películas más relevantes del UCM. Una cinta a veces cercana al género del terror, con un equilibrio constante entre el oscurantismo y la tragedia más tierna, visceral desde cualquier punto de vista desde el que la trates y que consigue transmitirnos estas emociones a través de las excelentes actuaciones de Elizabeth Olsen (que repite como Wanda Maximoff o Bruja Escarlata), Chiwetel Ejiofor, Benedict Wond, Rachel McAdams, Hayley Atwell, Lashana Lynch, Anson Mount y otros tantos que, como ya dije, nos traen con sus apariciones en pantalla tantas preguntas a la cabeza como hype.
También ayuda que Marvel siga en su línea de actuación con los efectos especiales, superándose en esta ocasión, no ya por lo bien hechos que están a nivel técnico, sino por su creatividad, destacando sobre todo el mundo o dimensión fractal, creando imágenes para nuestra retina que demuestran el buen hacer artístico de la empresa.
Doctor Strange en el Multiverso de la Locura es una película para no perdérsela, y eso os lo digo yo, que en lo único que pensaba cuando salí del cine era en cómo hacer las bolitas de pizza del vendedor interpretado por Bruce Campbell, actor fetiche de Sam Raimi.
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