SPIDER-MAN: NO WAY HOME: Las segundas oportunidades

Soy un tipo de fábula fácil y tendencia a la hipérbole. Carne de fotograma, viñeta y diván. Pero os pido que os fieis de mi cuando os digo que Spider-Man: No way home (Spider-Man: Sin camino a casa, Jon Watts, 2021) es un maldito milagro. No tanto por la calidad intrínseca de la película (que la tiene, y mucha), sino por el cúmulo de circunstancias que han hecho posible llevar a buen puerto tamaña empresa.

Ha llovido mucho desde que en 2010 Sony tumbó el rodaje simultáneo de Spiderman 4 y Spiderman 5. De la quinta entrega de la saga poco sabemos; pero sí que sabemos que Spiderman 4 contaba con un guion de James Vanderbilt y David Lindsay-Abare, con Sam Raimi en la dirección, con Anne Hathaway y John Malkovich en el reparto, además de con los eternos Tobey Maguire y Kirsten Dunst como Peter Parker y Mary Jane Watson.

Cuidado con lo que deseas.

Ninguno de los implicados en la trilogía original de Spider-Man ha salido indemne de la experiencia. Sam Raimi (Evil dead, Darkman, Spiderman, Spiderman 2, Spiderman 3)  lleva diez años sumido en una profunda crisis creativa que nos ha dejado cintas de terror aceptables (Arrástrame al infierno), fracasos de taquilla (Oz: un mundo de fantasía) y productos inasumibles fuera del trash más duro (Spartacus). Maguire y Dunst se han apartado de la interpretación. Uno por problemas con el juego y otra por negarse a aceptar el canon físico impuesto por Hollywood.

Mientras tanto, el género super-heroico ha definido la última década del cine americano. Gracias en buena medida a pioneros hoy denostados u olvidados como Bryan Singer, Tim Burton o el propio Raimi. El propio Spider-Man ha llegado a los Oscar, versión animada mediante, gracias al premio a Mejor Película de Animación conseguido por Spiderman: Un nuevo universo (Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman, 2018).

Y aún más importante para lo que nos atañe: la expansión del género ha conseguido que el multiverso, un concepto difícilmente comprensible, sea aceptado como un lugar común para el público general.

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Al comienzo de Spider-Man: No way home (tercera parte de la saga que comienza justo donde acabó Far from home), Peter Parker (Tom Holland) observa con pavor como las maquinaciones de Mysterio dejan expuesta su identidad secreta ante Nueva York y el mundo entera.

Como era de esperar, esto trae grandes dolores de cabeza a su tía May (Marisa Tomei), a su amigo Ned (Jacob Batalon) y a su querida MJ (Zendaya). Peter recurre al Dr. Extraño (Benedict Cumberbatch) y le pide que lance un hechizo para que así todo el mundo olvide quien es Spider-Man. Por supuesto, las cosas no salen como esperaba nuestro querido amigo y vecino.

En el guion de Chris McKenna y Erik Sommers (pareja creativa que ha firmado Batman: La Lego-película, Ant-Man and the Wasp, además de Homecoming y Far from home) conviven de forma sorprendente el dogma hollywoodense aristotélico, la nostalgia y la pura necesidad comercial. De forma sorprendente, recalco, porque este último factor no abruma con su presencia a los otros dos.

El multiverso (que muy fácilmente podría haberse convertido en una excusa para vender muñecos) se convierte así, mediante el recurso de la dualidad, en una herramienta de la trama que articula el tema principal de la cinta: ¿todo el mundo merece una segunda oportunidad? Una pregunta que a su vez es el reverso de esta máxima: cuidado con lo que deseas.

Cerrando ciclos, dando oportunidades… haciendo las cosas bien.

No way home convierte en intrascendente Far from home (con su Mysterio y su multiverso de pacotilla); pero a cambio el fan obtiene lo que llevaba años reclamando. Sí, estoy hablando del retorno de Andrew Garfield (el Spiderman de Marc Webb) y Tobey Maguire (el Spiderman de Sam Raimi).

El retorno de Garfield y Maguire es pura emoción en vena. Pero, por suerte, el guion de Chris McKenna y Erik Sommers, así como la dirección de Jon Watts, va mucho más allá: acentúa los contrastes entre los tres Spidermans aprovechando las cualidades interpretativas de Holland, Garfield y un sorprendente Maguire.

El Peter Parker de Holland representa la inocencia y el vigor adolescente, mientras que el Peter Parker de Garfield encarna la carismática seguridad de la juventud. El maduro Maguire interpreta a un bonachón pero torturado Peter, en quien puede intuirse incluso tendencias autistas. Resulta duro ver en los ojos del icono de toda una generación los estragos del tiempo y las adicciones.

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A este respecto, también resultan muy bien recibidas las segundas oportunidades de Otto Octavius (Alfred Molina) y Norman Osborn (Willem Dafoe). Los villanos de Spiderman y Spiderman 2 lideran unos Seis Siniestros que beben tanto de su versión clásica (la de Lee y Dikto en el Amazing Spider-Man Annual #1) como de su versión ultimate (la de Bendis y Hairsine en Ultimate Six). El Duende Verde, el Doctor Octopus, Electro, el Hombre de Arena y el Lagarto se insertan en una peripecia heredada de Un día más, el polémico arco argumental de Joe Michael Straczynski y Joe Quesada, y de Spiderverso, el macro-evento de Dan Slott.

No way home dedica tiempo a cerrar el ciclo de Peter-Garfield y Peter-Maguire. Dos actores, dos proyectos y dos sagas frustradas que encuentran una necesaria redención tardía.

El retorno de Peter-Maguire y de Osborn-Dafoe en una cinta con una presencia tan relevante del Dr. Extraño no deja de ser una extraña singularidad, ya que la próxima cinta del Hechicero Supremo estará dirigida por Sam Raimi. Las comparaciones son odiosas, pero en No way home se echa en falta la esmerada coreografía visual de Raimi. La puesta en escena de Jon Watts, la fotografía de Mauro Fiore y el montaje de Leigh Folsom Boyd y Jeffrey Ford no pasan de la mera funcionalidad (lo habitual, por otra parte, tratándose de la factoría Disney).

Sin embargo, la banda sonora del film resulta todo un acierto. Michael Giacchino (compositor de Homecoming, Far from home y Dr. Strange) recupera los acordes de Danny Elfman, para disfrute del emocionado respetable.

Los héroes siempre vuelven.

A raíz de la sorpresa que experimentan Peter-Maguire y Peter-Garfield al penetrar en un mundo donde existe la magia (así como otros superhéroes) se pueden plantear preguntas filosóficas interesantes. Por ejemplo. ¿Son algunas historias más imaginarias que otras? ¿Cómo entiende el espectador moderno la intertextualidad, es decir, el multiverso? ¿Somos nosotros una historia?

No es este el lugar para responder a estas cuestiones. Simplemente se pretende señalar de qué manera puede No way home trascender los límites del entretenimiento, sin dejar de ser muy entretenido.

Por encima de todo, Spider-Man: No way home es una película para enamorarse o re-enamorarse de los superhéroes y de la magia. Nos interpela de una manera pura y profunda. Nos dice algo que siempre habíamos sabido: que los héroes siempre vuelven en la hora de nuestra mayor necesidad.

Spider-Man: No way home

8.5

NOTA GLOBAL

8.5/10

Destaca en:

  • La ambición de la propuesta.
  • Las posibilidades textuales y los interrogantes filosóficos que plantea la película.
  • El regreso de viejos amigos.
  • El final: trágico, inesperado, inevitable y coherente.

Podría mejorar:

  • La realización. Si la película tuviera más personalidad visual podríamos estar hablando de un clásico del cine.
  • Kirsten Dunst ha vuelto a quedarse fuera, probablemente en la sala de montaje junto a Deborah Ann Woll.

About Pablo Menéndez

Pablo Menéndez (Madrid, 1997) es guionista y novelista. Ha trabajado, en guion y producción, para empresas como Sony, El Corte Inglés o ATM. Como novelista ha publicado Otro mundo azul (Imagica, 2020) y La Realeza (Imagica, 2021), entre otras obras. Sigue escribiendo a diario. Opina que la mejor generación de juegos de la historia es la de PS3. Discutirá con quién sea sobre lo que sea en cualquier momento.

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