Es una pena pensar en lo que podría haber sido esta película, la gran crítica del año, y en lo que al final se ha quedado. Podría haber sido infinitamente más cruel y dramática, pero los flashbacks en los que se basa la estructura de la película, y los toque de humor, provocan que, al final, sólo digas de la protagonista: “pobrecita”. Y eso que, en definitiva, la considero una buena película, pero todavía meneo la cabeza cuando pienso en “y si…”.
La película empieza con un personaje que podría ser el psicólogo que le hacía falta a la protagonista, y con eso directamente nos avisa de que Woody Allen va a volver a hacer un estudio psicológico de todos y cada uno de los personajes. En parte, es una de las cosas que, a pesar mío y de mi obvia adición a los grandes actorazos, le reprocho a Allen; tiende a escoger a actores tan buenos que no importa si la película son ellos, como es este caso. Cate Blanchett ES la película, y eso hace que te plantees si la Blue Jasmine es brillante por sí misma, o por la presencia de una Galadriel considerablemente más expresiva.
Y es que es expresividad lo que demandamos en estos personajes que, ya de por sí, son bastante planos. Puede que sea por el previsible guión (esa manía de Woody Allen de querer tenerlo todo tan atado que los acontecimientos resultan predecibles). Total, que los personajes resultan clichés, casi planos, incluyendo a Jasmine (y también los papeles que desarrollan Alec Baldwin, Peter Sarsgaard, Alden Ehrenreich y Michael Stuhlbarg). Lo que pasa es que resulta complicado encontrar plano a un loco. No es como en la película en la que se basa Blue Jasmine, (de forma descarada, pero pasaremos de llamarlo plagio para llamarlo homenaje, ¿vale?) Un tranvía llamado deseo (1951), en la que los personajes son ricos en matices hasta tal punto de que puedes llegar a confundir, tal y como hacen los personajes entre sí en la película, a los “buenos” de los “malos”. Claro ejemplo es el personaje de Stanley (Marlon Brando), que hace el papel de malo, chulo, violento..no es gris, es negro, pero aún así confunde. Grita, se enfurece de repente, no es un ser civilizado y por lo tanto no es capaz de diferenciar el ser civilizado con el ser falso. Por eso ataca a su cuñada, Blanche DuBois (Vivien Leigh) en conversaciones geniales, como aquella de la galantería.
No nos confundamos, Blue Jasmine también tiene grandes escenas con diálogos delirantes, como aquel en que Jasmine habla con los niños en la cafetería, pero parecen copias de Un tranvía llamado deseo y de esa irreconocible Vivien Leigh (como no sea por los ojos – esos ojos que enamoraron en Lo que el viento se llevó – ). Pero bueno, al fin y al cabo Un tranvía llamado deseo ganó cuatro Oscars. Blue Jasmine demostrará dentro de poco si puede superarla. Por lo menos sabemos que Cate lo tiene fácil frente a Bullock, que aunque va mejorando, sigue balbuceando y respirando entrecortadamente, igual que hacía en Speed 2.
Yo decidí centrarme en la relación entre las dos hermanas, tan diferente de la de Un tranvía llamado deseo, en la que una hermana protege y justifica a la otra. Aquí, queda claro que no hace falta haber nacido en familias o continentes diametralmente opuestos para que sus vidas acaben siendo radicalmente diferentes. Ginger carece totalmente de inteligencia emocional. Ambas viven en su mundo de fantasía, la una intentando ignorar su baja autoestima y yendo cada vez de peor en peor novio, y sin entender los problemas de la otra, que aunque intenta sobreponerse, en realidad sigue viviendo en otro mundo de ensueño y parece que sólo busca volver a meterse en el mundo al que estaba acostumbrada. En inglés se llama “gold digger”, aquí sencillamente lo llamamos mujer florero.
La crítica social centrada en 4 aspectos:
Otra de las cosas con las que tenemos que quedarnos de Blue Jasmine es la gran crítica social que rodea de forma no sutil pero superficial toda la película. Por un lado, los cuernos, que son lo único que hace reaccionar a nuestra mimada protagonista; por otro, los delincuentes en potencia, ya sean violadores, maltratadores, estafadores…; en tercer lugar un problema muy actual, la corrupción; y en cuarto lugar las drogas y el abuso de alcohol, representadas en este caso como la única forma de evasión de cualquier contratiempo.
¿Cuál es pues el problema con todos estos temas a criticar? pues que Allen podría haber juzgado duramente todos estos aspectos pero todo se soluciona de manera fácil o civilizada. Y da rabia, sobre todo porque hablamos de una pija de Nueva York que lo pierde todo; sin embargo, pasa por las diferencias entre ricos y pobres de puntillas; qué le vamos a hacer, al fin y al cabo él es rico.