Esty es diferente. No sólo por ser una judía jasídica, miembro de una comunidad religiosa ultraortodoxa en Williamsburg, Nueva York. También es diferente dentro de su propia comunidad, los Satmar, descendientes y supervivientes del Holocausto. Ella lo sabe, lo dice, su comunidad lo reafirma, pero aun así Esty trata de integrarse y ser feliz. Y ahí es cuando Unorthodox (Netflix, 2020) deja de ser sólo la historia de Esty para ser también la historia de cada uno de nosotros y con lo que realmente nos sentiremos identificados.
En general, es complicado que el ciudadano de a pie haya vivido una vida tan constreñida por las normas como la de Esty (y recordemos que la serie está basada en la novela de Deborah Feldman Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots), pero todos, en la medida en la que hemos ido, valga la redundancia, viviendo la vida, hemos experimentado las ganas de agradar, las ganas de encajar, pero también esas ganas tremendas de ser nosotros mismos y de que se nos acepte por lo que somos. Esty sólo es aceptada cuando se esfuerza en ser como ellos creen que debe ser, nunca por lo que podría llegar a ser y así es como la Historia se ha perdido grandes seres humanos, y cómo un pequeño e individual ser humano se ha perdido lo que podría haber sido una vida feliz y realizada.
Pero esta es la historia de que todo tiene un límite. Esty tiene 19 años y huye de una vida infeliz en un matrimonio concertado y se muda a Berlín en busca de su madre (Alex Reid), donde intentará perseguir sus sueños y encontrarse a sí misma.
“Dios esperaba demasiado de mí”
Pese a que toda la película esté empapada de ese halo de religiosidad no se trata en absoluto de una serie que cuestione la existencia de Dios. Ni siquiera pretende juzgar las creencias de los judíos jasídicos, ni de ninguna fe en particular. No se plantea ese punto de vista, sino que trata de mostrar a una joven que busca su comunidad en el mundo, que trata de tener una voz propia, y esa ruptura con lo conocido en busca de algo que sea nuestro es algo que podemos reconocer en nosotros mismos.
Precisamente por ello, Esther “Esty”, interpretada por una muy expresiva Shira Haas, no se nos muestra como una mujer que quiera romper con sus creencias, sino con un estilo de vida que la exige tanto que la ha anulado como persona. Es obvio que, en Williamsburg, Brooklyn, barrio neoyorquino poblado por los Satmar, el estilo de vida está intrínsecamente ligado a la vida religiosa, y más en una comunidad que desarrolló su identidad después de la guerra, y no antes, con todos los traumas, dolor y odio acumulados, que acaban siendo el motor de la estructura ideológica y posteriores comportamientos.
Ese “Dios esperaba demasiado de mí” que pronuncia Esty en determinado momento nos muestra el punto de vista de ella y es un perfecto ejemplo de cómo las personas exigimos de nosotros mismos cosas con las que no estamos de acuerdo. No se trata de Dios, se trata del otro, padre, hermana, marido, compañeros de trabajo, jefes, comunidad de vecinos, sociedad, amigos…todo aquel que con su presión nos condiciona y obliga a ser de determinada manera, contraria a nuestro yo más profundo.
Y aquellos que, como Yanky Shapiro (Amit Rahav), el marido de Esty, tienen que perder lo que aman, para ver más allá de ellos mismos, son los daños colaterales y los que siempre retienen a la hora de dar el salto hacia delante. Podría tratarse de cualquiera de los que he mencionado en el párrafo anterior, pero en este caso concreto, Yanky es el perfecto judío jasídico, cómodo en su existencia y que enarbola la única verdad que conoce cuando las dudas lo apremian. Podríamos pensar que Esty falló en el trabajo de comunicarse con su marido y hacerle entender sus carencias y su infelicidad, pero la serie te deja claro que la chica huye cuando sólo esa salida es la única solución.
Un impacto cultural positivo
Una de las cosas fantásticas de Unorthodox es la recreación de los dos mundos, el secular y el religioso, el jasídico en Nueva York y el mundano en Berlín. Ignoro el impacto real que tendrá la coletilla de “la primera serie de Netflix rodada prácticamente entera en lenguaje yidis”; igual que a día de hoy no recordamos La Pasión de Cristo por estar rodada en arameo, sino por la crudeza con la que muestra las últimas horas de Jesucristo, posiblemente recordemos Unorthodox por su estupenda fotografía, por la atención a los detalles y el respeto con el que se trata esta comunidad religiosa (y esperemos que por su mensaje de libertad, obviamente).
La autenticidad con la que está grabada la miniserie, desde los impactantes shtrimels o gorros ceremoniales, hasta las costumbres como no salir a la calle si se ha roto el eruv, llegando al culmen con la recreación de una boda y de las relaciones sexuales, es detalle por detalle magnífico. En ese sentido, es casi como ver una película de época hasta el punto de que cuesta recordar a veces que esto es actualidad pura y dura del siglo XXI.
Para ayudarte a recordarlo tienes la parte de Berlín, Alemania. No es como en otras series como Outlander, que hay siglos de distancia entre los flashbacks y tampoco teníamos que “esforzarnos” mucho por hacer ver al espectador que las épocas son diferentes porque es notable visualmente que lo van a ser. Sin embargo, en Unorthodox es más complicado porque se siente como si existiesen épocas diferentes cuando la acción sucede muchas veces a pocos días de diferencia entre unas y otras, o como mucho a un año vista.
Nuevamente, la importancia de la música
La música siempre ha sido un símbolo de libertad. Ahora con la cuarentena por el Coronavirus salimos a los balcones a cantar el Resistiré, pero no hay más que acudir a la Historia, al imaginario colectivo, hasta a los clichés, para reconocer que los cantos de libertad, la música en general, siempre han estado presentes cuando queríamos expresar sentimientos profundos.
En Unorthodox Esty aprende a tocar el piano pese a la oposición de los que la rodean y es la atracción de la música lo que la lleva al Conservatorio de Música en Berlín y a intentar vivir de la ella. Para los jasídicos, las mujeres que cantan en público son consideradas impúdicas, haciendo que la música adquiera en la serie el carácter de prohibido, creando la separación entre opresión-silencio y música-libertad.
Obviamente, la música no es el único símbolo de libertad que encontramos en Unorthodox; los cambios de peinado, de maquillaje y de ropa muestran la transformación y la búsqueda de identidad, así como los escenarios (la puerta de Brandenburgo, el lago y el edificio donde se produjo la conferencia donde los nazis decidieron exterminar a los judíos en 1942…) muestran esa unión de pasado y presente, de cambio, de perdón y de mirada al futuro. Esty, al viajar a Berlín, vuelve al origen del trauma de su comunidad, pero lo hace con la idea de dar comienzo a una nueva vida en la que su pasado no dictamine su futuro.
Sutil, delicada, correctamente dramática, Unorthodox es un canto a la libertad y a la autodeterminación personal, a la dignidad que todos tenemos por nacer humanos.