LA CASA DEL DRAGÓN (T1): soñando con canciones.

Doscientos años antes de los eventos de Juego de Tronos los últimos dragones desaparecieron. Esta es la historia de su violenta muerte y de los no menos violentos jinetes que los cabalgaron por última vez. El guion de esta primera temporada de diez capítulos de La Casa del Dragón (House of Dragon, 2022) de la que ya analizamos el primero, adapta los hechos narrados sobre la Danza de los Dragones (una de las muchas guerras civiles Targaryen) en el libro Fuego y Sangre. George R.R. Martin ha participado activamente en la escritura de esta tanda de episodios, embelleciendo o ampliando pasajes oscuros de su libro de historia alternativa.

Por lo demás, la estructura de La Casa del Dragón es sustancialmente diferente de la estructura de Juego de Tronos. También es todo un hallazgo. Mientras que Juego de Tronos seguía la estructura más o menos convencional de los shows de HBO (tramas que discurrían en paralelo hasta alcanzar un clímax conjunto) en La Casa del Dragón se opta por una única trama, jalonada por saltos temporales y por un número limitado de personajes. Si Juego de Tronos pretendía ser una película de ochenta horas, La Casa del Dragon pretende ser una película épica de los sesenta-setenta.

El trabajo de construcción y ambientación histórica es sensacional.

Así, nos encontramos con una serie de corte fantástico que transcurre en su mayor parte en interiores. Algo bastante inusual. No obstante (y como sucede en El Padrino, Érase una vez en América, Novecento, Serpico, Chinatown y el resto de películas épicas que han servido de inspiración a las salas de guion de la HBO desde hace más de veinte años) el scope es amplísimo y consigue transmitir todo el zeitgeist de un tiempo y una época que nunca ha existido. Toda una proeza.

En Juego de Tronos nos encontramos con una sociedad proto-renacentista que lucha por superar sus sistemas de organización social de tipo feudal. En La Casa del Dragón una dinastía imperial intenta revivir (sin mucho éxito, a pesar de los triunfos militares de su ancestral fundador) la gloria de una civilización desaparecida hace mucho. Un poco como los carolingios (aunque el aspecto de los Targaryen remite más a los merovingios).

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Otro punto a destacar es el logrado trabajo de ambientación histórica. Y no me refiero únicamente al cuidado amor por el detalle que se presupone en producciones de semejante calibre. Otras series muy cercanas en el tiempo han dilapidado presupuestos desorbitados en escenarios fastuosos y brillantes que no significan nada. No. Me refiero al esfuerzo del equipo artístico (mano a mano con el excepcional equipo de fotografía) por construir un mundo coherente con la historicidad de su universo narrativo.

El éxito de la serie se debe en gran parte al carisma de sus personajes y a las grandes interpretaciones del elenco protagonista.

Paddy Considine construye a un rey Viserys marcado por la lepra y los matices. Viserys es un buen hombre, pero un mal rey. O, mejor dicho, es un mal rey por ser un buen hombre: su fe en la bondad esencial de todos los que le rodean solo consigue dividir y fragmentar al reino, y conducirlo a una guerra civil. El deterioro físico de Viserys es una metáfora perfecta que consigue resumir el sentido completo de la serie.

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A pesar del escepticismo que en un principio pudo suscitar el anuncio de que dos actrices (salto temporal mediante) iban a interpretar a la protagonista y la antagonista del relato, lo cierto es que Milly Alcock/Emma D`Arcy y Emily Carey/Olivia Cooke superan la prueba con creces.

Milly Alcock interpreta a una Rhaenyra Targaryen inteligente e impulsiva que evoluciona de forma coherente en la Rhaenyra fuerte y maternal de Emma D`Arcy (como detalle, el personaje de Rhaenyra está muy suavizado con respecto a Fuego y Sangre). Por su parte, Emily Carey/Olivia Cooke construye a una Alicent Hightower que oscila entre los buenos sentimientos y la incapacidad de escapar del papel asignado de antemano para ella.

El feminismo es uno de los temas que vertebran la serie.

La dicotomía entre las reinas Rhaenyra y Alicent vertebra uno de los temas principales de la serie: el papel de las mujeres en una sociedad opresiva y patriarcal. Por fortuna, no encontramos aquí elementos anacrónicos o directamente estúpidos, como si ocurre (de nuevo) en series de carácter fantástico muy cercanas en el tiempo.

La rivalidad de las reinas consigue filtrarse hasta la siguiente generación. Entre los vástagos de Rhaenyra y Alicent, encontramos al carismático Aemond Targaryen, villano complejo interpretado por Ewan Mitchell con una chulería tal que remite a los legendarios y sanguinarios espadachines españoles.

No obstante la estrella de la función es Daemon Targaryen, el príncipe canalla, el reflejo oscuro de su hermano Viserys, un caballero cruel, torturado y torturador, altivo, romántico, atribulado, traicionado, leal e imprevisible. Todos los adjetivos se quedan cortos con respecto a la cantidad de matices que Matt Smith consigue imprimir a su personaje. Smith es un actor sensacional, capaz de interpretar personajes ridículos, peligrosos o esencialmente ambiguos.

Por lo demás, alrededor de Viserys, Rhaenyra, Alicent y Daemon pululan una serie de cortesanos, caballeros y políticos a cada cual más interesante. El maquiavélico Otto Hightower. El ambicioso Corlys Velaryon, Señor de las Mareas. El temperamental y despechado Criston Cole. El ladino y pervertido Larys Strong. El arribista Jason Lannister. La peligrosa, pero en última instancia moral, Gusano Blanco. Rhaenys Targaryen (Eve Best), la mujer que pudo ser reina.

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La Casa del Dragón se integra en las narrativas de HBO al tratar el tema predilecto de la cadena: la desintegración familiar. Viserys es una nueva iteración del arquetipo de “hombre – padre de familia con problemas” que tantas alegrías ha dado a la (ya desaparecida) tercera edad de oro de la televisión: Tony Soprano, Nate Fisher, Julio César, Walter White, Don Draper.

Más allá de eso, La Casa del Dragón revive el espíritu de Tolkien con más acierto y corazón que ciertas infamias contemporáneas. Al convertir la famosa Canción de Hielo y Fuego en una profecía, se convierte no solo en una precuela, si no en un díptico cuya parte complementaria, su reverso, es Juego de Tronos.

La Danza de los Dragones significó la muerte de los últimos dragones y la desaparición de la magia en el mundo. Una guerra que, en última instancia, implicó una revolución silenciosa que condenó a toda una cosmovisión al olvido.

La Casa del Dragón

9.5

NOTA GLOBAL

9.5/10

Destaca en:

  • Pues va a ser que todo.

Podría mejorar:

  • Cuesta, cuesta encontrar algo malo.

About Pablo Menéndez

Pablo Menéndez (Madrid, 1997) es guionista y novelista. Ha trabajado, en guion y producción, para empresas como Sony, El Corte Inglés o ATM. Como novelista ha publicado Otro mundo azul (Imagica, 2020) y La Realeza (Imagica, 2021), entre otras obras. Sigue escribiendo a diario. Opina que la mejor generación de juegos de la historia es la de PS3. Discutirá con quién sea sobre lo que sea en cualquier momento.

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