ARGYLLE: la película de los plot twits.

A día de hoy es tan complicado que llegue virgen de mente a ver una película como que esta me sorprenda. Quizás la primera razón ha sido la causa de la segunda, pero el resultado ha sido el mismo: Argylle (2024) ha sido para mí la sorpresa del año. Una película de la que no esperaba nada (pero nada) y que tiene lo que un buen puñado de films coñazo busca-premios deberían anotarse y aprender. Ritmo, diversión, drama, buena trama, personajes carismáticos y giros, muchísimos giros de guion que hacían que no quisieras perderte nada de lo que pasaba en pantalla. Al primer minuto de metraje se me había pasado el cabreo de que la entrada no sólo no fuera gratuita (sí, esa que te regalan por tu cumpleaños los de Cinesa) sino que tuviera un plus de cara por el IMAX.

Nada, todo olvidado. Pero, ¡Ah, sí!, ¿no dicen que es mala? A ver. El nombre de la película, Argylle, ni es llamativo, ni destaca y, sinceramente, hasta es complicado de pronunciar. Estoy segura de que el público, ni con la presencia (no protagonista, ojo) de Henry Cavill se animaban a una película que, de primeras, se veía rara. Después de verla confío en que el boca a boca (y detalles como esta humilde reseña) la acaben por devolver a su sitio. Porque ahora mismo, si me preguntan, diría que Argylle es una mezcla de Bullet Train, Kingsman y La ciudad perdida.

Veamos con el argumento. Elly Conway (Bryce Dallas Howard) es una escritora superventas que vive feliz y tranquila con su gato hasta que un día empiezan a perseguirla para matarla porque su último libro, centrado en un agente secreto llamado Argylle que lucha contra el crimen a nivel mundial, empieza a ser un reflejo real de las acciones encubiertas de una auténtica y turbia organización de espías.

Lo mejor: No te ves venir los giros de guion.

Por desgracia, Argylle es de esas películas en las que hablar mucho de la trama puede destrozarla y más si tenemos en cuenta la cantidad de plot twits que la pueblan. Quizás por ello lo mejor que se pueda hacer sea centrarse en otros temas, como el uso, a través de la acción y la comedia, de la separación entre realidad y ficción. No es que la trate de una manera sesuda y directa. Simplemente está ahí, para confundir al espectador, para hacerle trabajar el cerebro y para guiar la trama en la dirección que el director quiere.

Para todos aquellos que escribimos nuestra mente suele bullir con ideas. No me refiero a esas que tienen que plasmarse en un artículo, columna o novela, sino en esas construcciones de mundos, en imaginarios acerca de personas conocidas o desconocidas, en ese fantasear que acaba provocando nuestra ruptura con el mundo real para estar incluso más a gusto en el de ficción. La protagonista de esta película tiene ese tipo de imaginación que puede acabar devorándola y si al principio de Argylle lo hacía de manera sutil, a medida que la trama se desenmaraña lo va haciendo de manera más arrolladora.

También las escenas se van haciendo más psicodélicas y disparatadas, reafirmando el sello de su director, Matthew Vaughn (Stardust, Kick-Ass y sobre todo, la saga Kingsman). Esa misma locura visual a base de piruetas y escenas imposibles es en parte lo que creo que echa para atrás a la crítica, pero para mí son precisamente la sustancia que reafirma esa fusión de los mundos de fantasía y de realidad que sufren los personajes de Argylle. Cuanto más en la realidad viven ellos más paranoicas se vuelven las escenas hasta entrar en una psicodelia tan divertida como propia de esa ola de películas de espías de las últimas décadas que no se quieren tomar en serio a sí mismas. Nada hay más alejado del personaje creado por Ian Fleming que Sam Rockwell como Aidan.

¿Resultan convincentes el resto? Maravillosos Catherine O’Hara y Bryan Cranston, muy interesante y divertido Henry Cavill, muy decentes John Cena y Samuel L. Jackson. Exageradas e intrascendentes Sofía Boutella, Dua Lipa y Ariana DeBose. ¿Qué es lo que menos me convence, aunque sí es cierto que pasé por encima de ello con alegría? Los cameos, que por la esencia de metanarrativa de la historia sólo confundían.

Creo que Matthew Vaughn debería sentirse satisfecho con su trabajo por mucho que la crítica se empeñe en calificar una parodia como Argylle simplemente de exagerada. A la mayoría de la gente se le ha olvidado cómo hacer una película divertida (excepto los españoles, que no sé por qué están empeñados en creer que son la monda haciendo comedia) y prefieren calificar de estúpida o excesiva una película que entretiene y encima intenta aportar algo (por cierto, quedaros a la escena post-créditos). No voy a decir que Argylle sea una película perfecta, tiene muchos fallos técnicos e intenta emular demasiado a Kingsman (excepto en la maldita calificación para todos los públicos, las escenas invitaban a la violencia con plus de casquería), pero no es la obra chapucera que mis colegas de la prensa están tildando.