FRANKENSTEIN: luces y sombras de la primera novela de ciencia ficción.

Tengo la seguridad de que si bien la mayoría de la población mundial conoce al personaje de Frankenstein (igual que conocen a Drácula, el hombre lobo o el yeti), no son tantas las que se han leído su historia. Frankenstein (1818, Mary Shelley) no es sólo un relato de cómo un doctor quiere devolver la vida a los muertos y crea a un ser de aspecto espeluznante del cual reniega después; sino una soberbia reflexión sobre la moral científica, la concepción del Bien y del Mal y de cómo el ser humano ha querido desde siempre superar a Dios. De hecho, el subtítulo de la obra, El Moderno Prometeo, viene a explicar lo que encontraremos dentro de la novela (Recordemos: Prometeo, el titán que arrebató el fuego a los dioses para dárselo a los humanos) dado que Víctor Frankenstein, en su afán por eliminar las barreras entre la vida y la muerte, pretende convertirse en una nueva especie de creador.

La problemática del progreso.

La intención de la escritora Mary Shelley era crear una novela gótica siguiendo el movimiento romántico que, luchando contra el Neoclasicismo y la Ilustración, todavía daba sus últimos coletazos. Es muy habitual que los autores expresen sus propias opiniones en las obras que crean y Mary Shelley no era una excepción. Ella se hallaba inmersa en la vorágine científica de la época y había asistido a numerosos descubrimientos, entre ellos los intentos de reanimación de cadáveres del doctor Lawrence Abernethy o el galvanismo en general. Su repulsa hacia lo lejos que podía llegar la ciencia y su condena hacia todos los que jugaban a ser Dios inspiraron en gran medida la obra que hoy analizamos.

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Diferentes portadas de la novela, ampliamente reeditada.

Con este último párrafo no quiero decir que Mary Shelley fuera una mojigata conservadora; leyendo su obra o analizando su vida nada más lejos de la realidad. Las tragedias sacudieron su vida desde su nacimiento y marcan la novela de Frankenstein con máximas que hoy podemos repetir entre las que destaca que todo acto tiene sus consecuencias. Varios de sus personajes sufren a causa de sus acciones, desde el capitán Robert Walton, al propio Víctor Frankenstein, terminando en la Criatura a la que da vida. En la evolución de la novela, el paradigma desde el cual se inicia: la dualidad esclavo-dueño va también evolucionando hasta el punto de que la Criatura pasa de ser un esclavo a ser dueña de sus actos y, por lo tanto, responsable de los mismos; mientras que Víctor es esclavo de su trabajo, pasa a ser dueño de la Criatura y después esclavo de esta. La problemática de la abolición de la esclavitud en el Reino Unido (que, recordemos, ocurrió en 1807 con el Acta del Comercio de Esclavos) está reflejada en la obra, reafirmando a Frankenstein no sólo como una valiosa lectura de body horror, sino como un lienzo de la situación sociopolítica del momento.

El problema de leer Frankenstein a día de hoy.

Pero la obra es más intimista de lo que nos imaginamos. Mary Shelley se movía entre los círculos literarios más excelsos (recordemos que fue esposa del poeta Percy Bysshe Shelley y amiga de Lord Byron, sin ir más lejos) y Frankenstein derrocha poesía y sentimiento en cada una de sus páginas. Tratándose de una novela gótica no podía ser de otra manera. Si el mito de Prometeo acude una y otra vez durante nuestra lectura del libro, el tormento unido a las acciones de los personajes es innato también a él.

El problema es que el estilo literario hoy está totalmente desfasado. Frankenstein tiene interés como objeto de análisis y hoy en día es alabada por considerarse la primera obra de ciencia ficción, pero su estilo es grandilocuente y exagerado, el contenido se hace denso y Mary Shelley, por boca bien de Víctor, bien de la Criatura, alarga las emociones de los personajes o las descripciones de absolutamente todo hasta un punto en el que se hace pesado. A veces menos es más e incidir en cómo se sentía Víctor tras cada penuria que le sucede o en cómo la Criatura se siente despreciado no será del agrado de todo. No estoy hablando de una obra muy grande, Frankenstein ronda las 200 páginas, pero, aunque sí consigue contagiarte el espíritu pesimista, no lo hace en el buen sentido.

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Hermosas y atrevidas reediciones, ilustradas, adaptadas, de la edición de 1818 y de la 1831.

La novela epistolar.

Si ya debió de resultar para Mary Sheller un esfuerzo titánico escribir (y reescribir) su obra, la forma en la que decidió hacerlo es tan brillante como complicada. El género epistolar, al no tener diálogos, hace más complejo describir ciertas situaciones y hace más denso el contenido. Por el contrario, resulta mucho más grato relatarlo en voz alta a otros (el ocio de siempre hasta la llegada de la televisión) y, a día de hoy, propicia que sea una excelente elección para el modo audiolibro.

#Frankenstein es una obra atemporal por las numerosas enseñanzas que nos deja sobre la condición humana y la ética. Clic para tuitear

Desde el punto de vista formal, se da una meta novela dentro de la novela. Una meta-epístola dentro de la epístola y esta a su vez dentro de otra, es decir, tres narradores. El capitán Robert Walton mantiene comunicación epistolar con su hermana Margaret a quien narra aquello que le ha contado Víctor. La voz comienza entonces a ser la de Víctor hasta que hace aparición el “Horrendo Huésped” para ser él mismo quien narre a Víctor su fuga, sus crímenes y su conocimiento del mundo. Es en este momento cuando más disruptiva nos parecerá la novela; cuando el Engendro exprese con absoluta corrección (como si perteneciera a la clase alta literaria del s. XVIII, vamos) todos sus pensamientos, creando una diferencia entre el ser físico y el ser espiritual. Físicamente es repulsivo y la sociedad lo rechaza, intelectualmente es un ser sensible, culto, que ansía el amor y la compañía de una mujer semejante a él. Estos dos aspectos conforman también la identidad humana en su máxima metáfora: aquello que somos y aquello que no queremos aceptar de nosotros mismos.

La soledad social de aquellos que son diferentes.

Y así llegamos a otra de las enseñanzas atemporales más grandes que nos ha dejado Frankenstein. La Criatura tiene voz y la usa para expresarse y defenderse, sabe que es diferente e intenta paliar esa desemejanza con el poder de la mente ilustrada. Mary Shelley nos dice que los monstruos no nacen como monstruos, es nuestra forma de tratarlos lo que les convierte en lo que son. Parece que en el s. XXI tenemos más claro que las diferencias son buenas y nos enriquecen, pero la autora tiene que escribir una obra tan compleja como Frankenstein para incidir precisamente en eso: lo que nos enriquece son nuestras diferencias, no nuestras semejanzas.

Frankenstein

8.8

NOTA

8.8/10

Destaca en:

  • Es una obra imprescindible no sólo del género, sino de la literatura universal.
  • Enseñanzas y moralejas atemporales.
  • Buen ejemplo del género epistolar.

Podría mejorar:

  • Lectura densa.
  • Cansa la recreación de los personajes en su miseria.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II

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