Muchos podemos recordar con nostalgia aquel primer beso que cambió con fuerza algo dentro de nosotros. Aquel primer beso representaba un paso hacia lo desconocido, creando un vínculo especial con la otra persona. Con la inocencia que caracteriza el no saber muy bien qué se está haciendo, el beso carece de pasión pero sí de muchos otros sentimientos que, ante todo, provocan un estrechamiento entre dos personas que sienten algo más que una bonita amistad.
El amor siempre parece perfecto a ojos de un niño que deja de lado muchos de los problemas que como adultos de una forma u otra creamos, poniendo a veces barreras estúpidas para no disfrutar de una manera más sana y comprensiva el amor que existe entre dos personas.
Con el amor pues como tema central de Moonrise Kingdom (2012) es el film que el conocido cineasta Wes Anderson (director de películas como la oscarizada El gran hotel Budapest o la actual Isle of dogs) nos trajo allá por el 2012. Un relato romántico con grandes toques de aventura y humor que nos guiará por la emocionante historia de amor entre dos niños muy especiales de la mano de grandes actores, todos recurrentes de las películas de Wes Anderson, como Bill Murray, Edward Norton, Bruce Willis, Frances McDormand, Harvey Keitel, Tilda Swinton, Bob Balaban o Jason Schwartzman.
La historia nos sitúa en una remota isla de la costa de Inglaterra en 1965 donde una pequeña comunidad vive aparentemente en calma y armonía. En medio de esta paz un pequeño boy scout llamado Sam (Jared Gilman) y una tierna Suzy (Kara Hayward) de doce años de edad se enamoran, y deciden huir juntos. Así, comienza un viaje para conocerse fuera de los prejuicios de los adultos. Los padres de Suzy (Frances McDormand y Bill Murray) junto al jefe de los boy scout (Edward Norton) y el único policía de la isla (Bruce Willis) se ven obligados a buscar a los niños a causa de una violenta tormenta que está a punto de golpear con gran fuerza en la isla.
En este film Wes Anderson nos presenta un mundo lleno de situaciones inusuales o poco creíbles pero que el director sabe muy bien homogeneizar para que resulte algo normal. Es un pequeño universo que ha creado para que nuestra atenta mirada recaiga ante todo sobre Sam y Suzy, dos niños que encuentran un remanso de paz juntos fuera de los problemas de los adultos que tanto les afecta.
Algo muy interesante que nos plantea Wes Anderson en esta cinta es presentarnos a unos personajes que actúan muy poco acordes a lo que se espera de ellos, teniendo así unos adultos que se asemejan más a niños y que actúan de forma muy despreocupada e inocente (como Ward, el jefe de Boy Scout, que adopta una actitud más infantil que los propios chicos que tiene a su cargo); y a unos niños serios y fríos que actúan como los verdaderos adultos de la película.
Pero sin duda, el mayor punto fuerte recae en el apartado visual de la cinta y la tan obsesiva simetría de la que Wes Anderson dota a todas sus películas. Porque si por algo se caracteriza Wes Anderson es por la belleza que es capaz de transmitir en sus planos a causa de la simetría que crea en las escenas; unas escenas que, centradas en esta característica, dotan a la cinta de un aura de comodidad y perfección que pocos directores son capaces de generar.
Toda esta belleza visual se ve incrementada por la tan pastelosa paleta de colores que se utiliza en el film y que genera una apariencia que roza el tan conocido termino de hipster dejando una sensación de buen rollo y armonía en cada situación de la película, aunque a veces se pueda tornar hacia temas más dramáticos. La excelente banda sonora de Alexandre Desplat es la que termina de introducirnos de lleno en la historia y nos acompaña de manera magistral por la aventura que emprenden estos dos enamorados.
Muchos son los temas que Anderson nos va introduciendo en la película, mezclando los problemas cotidianos con todos los relacionados con el amor; desde la idea de que el amor de dos niños puede ser tan puro y bello que nos hace replantearnos si verdaderamente nosotros como adultos estamos sabiendo llevar de una manera sana nuestros sentimientos para con nuestra pareja, hasta mostrarnos la relación disfuncional en una familia que se encuentra intrínsecamente conectada a las dificultades amorosas entre los padres. En conjunto, toda la carga argumental nos lleva a replantearnos los lazos amorosos y ver de una manera más especial el amor que puede surgir entre dos personas que no tienen miedo a explorar sus sentimientos.
En difinitiva, Moonrise Kingdom es una muestra del talento que Wes Anderson tiene como director, dejándonos una cinta llena de belleza y dinamismo que, acompañada de excelentes actuaciones, solventan de manera muy destacada los pocos problemas estructurales de la cinta. Una película muy recomendable para aquellos que quieran recorrer una genial aventura con profundidad envuelta con la belleza tan característica del director.
[amazon_link asins=’B00AUDKWBY,B007PSH7R4,B01FT6U4KU,B071RLSWHD,081099741X,0571336442,B0053CBB4O,B078FFX7DZ,1419715712,B00SIXC4SW’ template=’ProductCarousel’ store=’generacionfri-21′ marketplace=’ES’ link_id=’0994324e-67c7-11e8-8ce2-4f6d056b4e7b’]
Un comentario
Pingback: ASTEROID CITY: metateatro alienígena o la evolución de Wes Anderson. - Generación Friki