EL FINAL DE TODAS LAS COSAS: vamos a comprar la paz.

Nunca he considerado a John Scalzi un sensacionalista que busca vender con títulos grandilocuentes; sin embargo, un título como El final de todas las cosas (2015) parece el clásico nombre que se le daría a una película de acción de Tom Cruise en la que, ya sabéis, hay que salvar el mundo una vez más; por lo que no tenía muy claro si iba a tener que replantearme qué clase de libro me iba a encontrar esta vez.

Mis miedos han sido infundados dado que, como ya es habitual con cada nuevo libro de John Scalzi que leo, lo que me encuentro es un despliegue de ingenio, buenas ideas, mucho humor y personajes carismáticos. ¿Suena a lo mismo de siempre? A mí simplemente me suena genial.

El final de todas las cosas debe en gran medida su nombre a que es la consecución de una saga que, aunque es probable que no haya dicho su última palabra (vamos, seguro que el autor acaba regalándonos un nuevo libro para la saga), tiene con este tomo el cierre a una serie de historias que iban sucediéndose en La humanidad dividida, quinto libro de la saga de La vieja guardia, y que eran fruto del sorprendente final que nos obsequió el cuarto libro, La historia de Zoë.

Por otro lado, El final de todas las cosas es un nombre muy adecuado para un libro que va precisamente de cómo el orden actual establecido en el universo conocido iba a irse al traste posiblemente por una mezcla de factores entre los que se encuentran la excesiva ambición de los seres vivos racionales (a ver si con estas palabras englobo a todas las razas inteligentes que se suelen dar cita en los libros de Scalzi), la forma en la que los gobiernos gestionan sus mundos habitables y la dicotomía entre violencia y diplomacia en su frenético y eterno pulso entre quién debería ganar en el siguiente movimiento.

Siempre hay alguien que quiere aniquilarnos, ¿qué hacemos?

Y de la diplomacia seguimos hablando en El final de todas las cosas. Si recordáis dónde lo dejamos con La humanidad dividida (sí, una cosa es autoconclusivo y otra recomendable ir por ahí leyéndose los últimos libros antes que los primeros) seguíamos las aventuras del supersoldado modificado Harry Wilson en una nave diplomática de las FDC como experto en tecnología y, por lo que pudimos ver, relaciones sociales.

En un universo conflictivo lleno de razas con sus propios planes de expansión y sus ideas sobre cómo debe organizarse la galaxia es complicado que las relaciones diplomáticas siempre lleguen a buen fin y John Scalzi promueve la astucia como una de las habilidades a destacar dentro del protocolo habitual de actuación. Esta astucia no sólo viene de la mano de Harry Wilson, sino que es innata a todos los personajes principales de la novela que protagonizan en cada una de las cuatro partes en las que está dividida El final de todas las cosas.

Cuatro partes, cuatro aspectos de una misma guerra.

Con esto he aclarado que volvemos a encontrarnos con un libro dividido en trozos, concretamente cuatro partes, protagonizadas por diferentes personajes: la primera por el piloto Rafe Daquin, la segunda por la consejera Hafte Sorvalh, la tercera por la teniente de las FDC Heather Lee y la cuarta, como no podía ser de otra manera, por el teniente Harry Wilson.

Sin duda, uno de los mayores atractivos que tienen las novelas de John Scalzi es su manera de hilar hechos aparentemente sin conexión. Aunque no es que en El final de todas las cosas se dé en su máximo esplendor, sin duda la sorpresa está presente casi de manera constante. Cada capítulo está dedicado a un aspecto diferente, siendo el de Rafe Daquin el relacionado con la traición, la reflexión, la paciencia y el valor de los conocimientos adquiridos; la de Hafte Sorvalh el sacrificio, la diplomacia más pura y la política; la de Heather Lee la acciones militares, el servicio a la causa, los conflictos armados, la compasión y la lucha por los derechos tanto individuales como colectivos y, finalmente, la de Harry Wilson, que es la que aúna estos los aspectos, destacando que en todos impera la astucia y la estrategia como maneras de solventar los problemas.

Lo curioso es que, mientras la cuarta parte es la consecución lógica de la segunda y esta a su vez de la primera, la tercera es simplemente la forma que tiene John Scalzi de decirnos que nuestras acciones tienen efectos que ni sospechamos, daños colaterales, que mientras los poderosos juegan a gran escala, la pequeña escala también pasa factura a militares y colonos y, finalmente, muestra cómo efectivamente a pequeño nivel las cosas también cambian hasta para estamentos férreos como pueden ser las Fuerzas de Defensa Colonial.

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Si has llegado a este punto del análisis, un resumen en una contraportada no es lo que buscas, pero que no se diga 😉

Después de esta paja mental en la que no os he contado nada de qué va el libro (¿qué esperabais, un spoiler de la sexta parte de una saga? En fin, siempre os puedo recomendar que leáis la contraportada del libro) porque ya sabéis que prefiero fijarme en el estilo y en qué aporta esta novela y si vale la pena leerla, quiero centrarme en un aspecto que, si bien no es nuevo en los libros de este autor, sí que arrasa con fuerza en El final de todas las cosas: las mujeres

La presencia de las mujeres poderosas

No se trata de empoderamiento de la mujer, más bien de simple naturalidad. En las novelas de Scalzi no se trata a la mujer como un género que lucha por su espacio en el universo (un universo en el que, maticemos, el hermafroditismo, la asexualidad y el no-binarismo están presentes de forma constante) sino que su presencia es evidente, lógica…normal. Y Scalzi, con sus protagonistas femeninos, no parece querer reivindicar su peso en la Historia o su poder militar, político, social, diplomático, etc, sino que simplemente hace aparecer a esos personajes, los dota de personalidad y hala, a llenar páginas. Dicho de otra manera, no lo intenta, no lo pretende, simplemente lo hace, y lo hace bien.

Sin embargo, no se puede negar que, si en otros libros de esta u otras sagas las mujeres tenían su presencia garantizada de forma natural, aquí cobran una importancia tan impresionante que me he preguntado a veces si no estaríamos ante una novela de corte feminista.

¿Es posible que con #ElFinalDeTodasLasCosas de #JohnScalzi estemos ante una novela de corte feminista? Clic para tuitear

Aunque las acciones que llevan a cabo estas mujeres son magníficas y terribles a la vez, es fácil extrapolarlas a nuestra vida diaria, dándonos una lección escalofriante por lo pragmática que resulta, y que se lleva a cabo en El final de todas las cosas y funciona porque las partes implicadas quieren el bien para todos. No obstante, ¡cuán satisfactorio, también por lo perturbador – todo lo que huele a fascista resulta perturbador – era pensar mientras leía que ojalá las cosas se resolvieran así de “rápidas y fáciles”!

Terminé mi análisis de La humanidad dividida con la reflexión de qué es lo que ocurre cuando intentas la paz y no la guerra. No tengo muy claro que esa sea la reflexión que nos podemos llevar de El final de todas las cosas, más allá de que nunca llueve a gusto de todos y que el genocidio nunca es buena cosa; no obstante, para aquellos que buscan “un poco más de John Scalzi” encontrarán que esta novela, sin duda, no defrauda.

El final de todas las cosas

8.2

NOTA GLOBAL

8.2/10

Destaca en:

  • Temas controvertidos e interesantes.
  • Original comienzo, la primera de las cuatro partes es soberbia.
  • Diferentes protagonistas provocan unos cambios de ritmo muy sugestivos.

Podría mejorar:

  • La tercera trama, aunque interesante, parece algo descolgada de las otras tres.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II

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