LOS BRIDGERTON (T1): como Orgullo y Prejuicio, pero peor.

Me ha gustado esta primera temporada de Los Bridgerton (2020), eso vaya por delante. Si te gusta Jane Austen, las películas de época y disfrutas con los juegos de rol con bailes de regencia es imposible que la fastuosa puesta en escena de Los Bridgerton no te guste ni un pelín. Pero es malo si dejas que la pomposidad y el lujo con el que te empaquetan esos 8 capítulos (o los 8 libros en los que van a basar la serie, los superventas de Julia Quinn) defina una serie que es básicamente la historia de siempre (que no es lo malo), contada como siempre (ahí está lo malo).

Chica con prejuicios, chico con orgullo, no dejamos que el amor fluya y ambos somos presionados por la sociedad y nuestras familias para hacer buenos matrimonios. Si esta es la premisa y ya sabemos qué nos vamos a encontrar desde el principio hasta el final, ¿por qué ver la serie? Bueno, reflexionaba sobre ello y sigo viendo películas de acción a pesar de que sé que va a haber one liners, disparos, persecuciones y una batalla final en la que el bueno vencerá al malo. La respuesta es bien simple: cuando algo nos gusta, no nos importa ver más de lo mismo.

Simplemente anacrónico, pero por una razón.

El caso es que Los Bridgerton no es más de lo mismo dado que la que se interesó en llevarlo a la pequeña pantalla fue nada menos que Shonda Rhimes, la showrunner que hizo triunfar Anatomía de Grey, Scandal o Cómo defender a un asesino. Con este currículum era inevitable que Los Bridgerton no fuera un simple drama de época inspirado en las obras de Jane Austen, sino una adaptación en la que, de repente, la estricta y snob sociedad londinense del tiempo de Regencia (s. XVII – s. XVIII) presenta anacronismos de todo tipo, haciendo tambalear, no sólo lo que podría haber sido una soberbia acomodación de unas novelas de época (las cuáles ignoro su calidad), sino un desbarajuste de situaciones poco creíbles en las que, honestamente, lo que menos me escandaliza es que el protagonista sea negro.

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La serie se esfuerza en mostrar el fastuoso modo de vida de las clases altas.

Existe una diferencia entre intentar la inclusión racial en obras modernas y cargarse la alta sociedad londinense en pro de que le cuadre a la guionista en sus parámetros. Cuando visioné la primera temporada de Carnival Row, admiré su lucha por la inclusión racial, su mensaje de no repetir la Historia real y su fantasía mezclada con una alta sociedad tan snob como la que me puedo encontrar ahora en Los Bridgerton. La diferencia es que Carnival Row era drama y fantasía y era lo que pretendía ser, y Los Bridgerton pretende que nos la tomemos en serio, saltándose cuando le apetece las normas que ellos mismos imponen.

Dicho lo cual, si visionamos esta serie como lo que es, es decir, no tomándonosla en serio (para eso me vuelvo a ver Downton Abbey) podemos encontrar una refrescante forma de pasar el rato con sus personajes disfuncionales, sus conversaciones, generalmente enfrentadas y sus actividades de alta sociedad. Y para ello ayuda una de las mejores ideas que presenta la autora que es la inclusión de Lady Whistledown, una escritora que cuenta los cotilleos de la sociedad (voz en off de Julie Andrews) y que hace avanzar la trama cuando es necesario.

Las voces en off suelen ser el recurso facilón de aquellos que no saben mostrar en escena una idea, pero en el caso de Los Bridgerton es una herramienta perfectamente válida que, además, genera ese revuelo tan clueco como divertido en las jóvenes casaderas que esperan no ser víctimas de la viperina lengua de la misteriosa mujer. Y es que, al final, tanto la trama principal, como las secundarias, se reducen a la búsqueda de un buen marido para las jóvenes presentadas en sociedad.

Daphne Bridgerton (Phoebe Dynevor) es, en esta temporada social, la favorita de la reina Charlotte (Golda Rosheuvel), pero el celo protector de su hermano, el joven Lord Anthony (Jonathan Bailey), espanta a los pretendientes, poniendo en peligro una provechosa unión, por lo que la joven e insulsa Daphne/princesaDisney, en un alarde de iniciativa poco creíble para la época, decide confabularse con Simon, el joven duque de Hastings (Regé-Jean Page) para fingir una relación y así las mujeres dejar en paz al chico y los hombres sentirse atraídos por Daphne, en un alarde de psicología inversa básica.

El Amor…¡ah, el Amor!

Pero esto, por mucho que la estupenda miniserie de Orgullo y Prejuicio del año 1995 consiguiera alargar la historia, no sirve para llenar de chicha 8 capítulos de una temporada, por lo que, generalmente en clave de humor, la escena se llena de personajes con sus pequeñas historias (algunas más creíbles que otras, por supuesto) siendo el tema central de todas ellas el amor.

La historia se centra en dos familias con muuuchos hijos, los Featherington y los Bridgerton, a cada cual más díscolo y con las clásicas ansias de libertad, independencia y amor. Algo que habría sido impensable en aquella época, se traduce aquí en mujeres que se niegan a casarse (Claudia Jessie), mujeres con una condición física impensable (Nicola Coughlan), hombres que no quieren ocupar su lugar en la sociedad (Luke Thompson o Jonathan Bailey) y mujeres que infringen los límites más sagrados (Ruby Barker). El caso es que para adolescentes tan transgresores que deben mostrar su disconformidad con la sociedad opresora en la que viven, nada mejor que 1813, uno de los años del cambio en las recepciones sociales, la vestimenta (pasando de ser enrevesada a más práctica para los hombres) y las costumbres cortesanas.

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La moda masculina, uno de los puntos arriesgados de la serie.

Este último punto puede parecer baladí, pero en una serie en la que las apariencias lo es todo el vestuario, maquillaje y peluquería son la diferencia entre que nos entre también a nosotros espectadores por los ojos o no, al igual que debían hacer las jovencitas ante los jóvenes casaderos o ante una reina muy exigente. Yo estaba convencida de que había sido la oscarizada diseñadora Sandy Powell (Entrevista con el vampiro, Shakespeare in love, El lobo de Wall Street, The Young Victoria, Cenicienta, La Favorita…) la responsable del maravilloso despliegue visual, pero la labor de este vestuario tan único se debe a Ellen Mirojnick (Maléfica, El Gran Showman, Starship Troopers y un largo etcétera), quien ha sabido entender que es imposible comprender las motivaciones de los personajes de Los Bridgerton sin ahondar en la moda, que tan buenas primeras impresiones ha conseguido causar.

Algunas conclusiones

Finalmente, esta es una primera temporada agradable de ver. No llega a la sátira social que supusieron obras como Sentido y Sensibilidad u Orgullo y Prejuicio, pero no es mi intención compararla con las mejores obras de la literatura universal. Los Bridgerton sabe bien lo que quiere; quiere ser sexy, atrevida, divertida e irreverente, mientras muestra las clásicas intrigas de poder, dinero, infidelidades y coqueteos. Sus inquietos personajes, su osado vestuario y algunas conversaciones bien trabajadas ayudan a eliminar el cinismo que nos envuelve en un primer momento. No sé cómo será la segunda temporada, ya confirmada, pero podéis darle sin miedo una oportunidad a esta primera.

Los Bridgerton

7

NOTA

7.0/10

Destaca en:

  • Entretenida y con buen ritmo.
  • Algunos personajes secundarios interesantes.
  • Visualmente preciosa.
  • La disfrutarán todos aquellos amantes de Jane Austen y los dramas de época.
  • Por momentos es divertida.

Podría mejorar:

  • Los dos protagonistas, con una falta de química total.
  • Lo tremendamente parecido que es a Orgullo y Prejuicio.
  • Los anacronismos que se saltan cuando el guion lo requiere cual deus ex machina.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II

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