CARNIVAL ROW (T2): el comunismo es un cuento de hadas.

Una alternativa mucho mejor que anular una serie es ofrecerle una última temporada. Si no hay chicha de la que rascar o dinero para invertir la puedes hacer más breve, pero algo digno que deje un buen sabor de boca. Carnival Row se ha visto envuelta en esta criba con tan sólo una temporada en su haber, y ha optado por ofrecer este 2023 una segunda temporada que cierre la serie lo más satisfactoriamente posible.

Tuvimos una primera temporada que se vendía a sí misma como el festín de Lumier en La Bella y la Bestia. Fastuoso en su puesta en escena, crudo en su fotografía, directo en sus homenajes y referencias (vamos, tal y como dije en el análisis de la primera temporada, las similitudes con el Holocausto y el conflicto palestino-israelí son patentes).

Esta segunda temporada de Carnival Row sigue por los mismos derroteros, ampliando sus escenarios con la aparición de un nuevo país, así como nuevas atmósferas tanto en The Row como en El Burgo.

Las intrigas políticas se hacen más globales en esta temporada, abarcando a personas, razas, estamentos y gremios que no deberían estar implicados, aumentando tanto la sensación de crisis general como de incertidumbre acerca de los problemas que no llegaron a solucionarse en la primera temporada, que se resumen a una sola idea: ¿qué va a ser de The Row?

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Esta segunda parte incide mucho en el clásico concepto de que la venganza nunca es una buena idea.

La privación de la libertad

Hacinados, enfermando por las duras condiciones a las que están sometidos, hadas, faunos y el resto de criaturas confinadas en The Row empiezan a organizarse para rebelarse contra los humanos de El Burgo. Mientras, en este, los liderazgos van cambiando de manos y los acuerdos con El Pacto y La Nueva Era demuestran que la ambición y los ideales suelen crear posturas irreconciliables.

En este marco, Philo (Orlando Bloom), con la vida y el corazón a medio camino entre The Row y El Burgo, sigue investigando los asesinatos y misterios que se van sucediendo… quizás en la parte que menos me ha convencido de esta segunda y última temporada. Porque, si bien es cierto que luego le dan una justificación consistente, la aparición de un nuevo monstruo que destripe a sus víctimas es volver al punto de partida y esa es una trama que ya conocemos.

Quizás la parte que más me ha sorprendido es la trama que implica al fauno Agreus Astrayon (David Gyasi) y la noble Imogen Spurnrose (Tamzin Merchant). Una suerte de Romeo y Julieta, pero que se irán desvelando como personajes más grises e interesantes de lo que pensábamos que serían, enriqueciendo obviamente las tramas en las que están implicados, siendo la más interesante la de la desaparición de las clases sociales.

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Y el interés para mí reside precisamente en la profundidad que se ha dado a personajes hasta ahora secundarios. Si en la primera temporada destacaban por resultar interesantes, ahora lo son por pasar a un plano principal. El polifacético humano Runyan Millworthy (Simon McBurney) interpreta un habilidoso papel, mientras que el hada Tourmaline Larou (Karla Crome) sigue desvelándose como un personaje crucial. ¿Quién patina? Vignette Stonemoss como personaje y Cara Delevingne como su intérprete, que sigue pareciéndome un personaje contradictorio y poco interesante y la actuación plana y carente de emoción.

Y aunque sea una temporada para cerrar precipitadamente la serie la factura técnica sigue siendo muy elevada. Los efectos especiales son muy decentes, los monstruos acojonan un montón y la estética sigue produciendo una inmersión fácil en ese mundo post-industrial, fantástico y decadente al que mencioné en su momento como una suerte de Londres victoriano… (sí, la mezcla de estilos es muy única y cuesta definirlo) con su particular Sherlock Holmes en la figura de Philo. Pero más oscuro, turbio y también con su particular Jack El Destripador tanto para la primera como para la segunda temporada. Y mucha fantasía digna de D&D y Juego de Tronos.

Al final, todo son cuentos de hadas.

Todo este intento de definirla es también mi forma de expresar mi decepción porque no se le haya dado una oportunidad a Carnival Row. Había mucho potencial para desarrollar en varias temporadas más y se ha despilfarrado por esa falta de rumbo de aquellos que saben que tienen que terminar rápido. El final, aunque cierre todos los aspectos, se siente abrupto y sólo la salvan las actuaciones ya mencionadas y su increíble wordbuilding.

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Una segunda temporada que saca partido a Karla Crome.

Por lo menos, su mensaje sigue estando ahí. Toda la serie gira en torno a la xenofobia y el capitalismo haciendo una clara analogía con los guetos judíos de la Segunda Guerra Mundial. También se habla de comunismo y de socialismo como ideas utópicas para terminar siempre dejando claro que la vía para arreglar lo que no funciona es el capitalismo. Que lo otro son… cuentos de hadas.

De todas formas, de cara a decidir si darle una oportunidad, no es una mala inversión dedicar tiempo a las dos temporadas de Carnival Row. Nada me gusta más que ver algo que sé que ha terminado. Y el viaje vale la pena.

Carnival Row

6.6

NOTA GLOBAL

6.6/10

Destaca en:

  • Un wordbuilding espectacular.
  • Auge de los personajes secundarios.
  • Crítica social a los sistemas económicos y al ultrabelicismo.

Podría mejorar:

  • Su abrupto final, la serie daba para mucho más.
  • Los dos protagonistas siguen dando grima.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II

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