BABYLON: la bacanal consecuencia de ese Show Must Go On.

Me encanta la parafernalia decadente que ofrece Hollywood en forma de películas. American Hustle, Amsterdam… Mucho colorido, giros de cámara rápidos, numerosos planos secuencia con docenas de extras en movimiento… en definitiva, una gran puesta en escena que a más de uno le genera estrés visual. Y eso es lo que pretendía Babylon (2022) de la mano de Daniel Chazelle, un director que se ha hecho un nombre tras escribir y dirigir Whiplash y La La Land y que ahora apuesta por una historia ambientada en Los Ángeles en los años 20 del s. XX mostrando una depravación y decadencia maquilladas con ese glamour y purpurina que ya vimos en El Lobo de Walt Street y similares, y que parece fantástico, pero que me hace pensar que, cuando el maquillaje se quite, ¿qué nos aportará Babylon que merezca la pena salvarse?

Babilonia, aquella que llamaban “la gran ramera”. Babilonia, el Anticristo, según el Libro del Apocalipsis.

La premisa la hemos visto más veces. Juntas a megaestrellas de la talla de Brad Pitt, Margot Robbie o Tobey Maguire, más algunos secundarios de lujo como Diego Calva, Max Minghella o Jean Smart y los metes en la batidora de los sueños dorados de Hollywood a un ritmo en el que te dices a ti mismo: “Lógico que se metan de todo, este ritmo sin cocaína no hay quien lo aguante.”.

Pero el espectador no va drogado, por lo menos no de éxtasis o éter (quizás sí de esa saturación visual), y desde su butaca ve a los actores cometer toda clase de excesos, tanto los permitidos como los penados por la ley, mientras se pregunta confuso, ¿qué nos quiere contar la historia?

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Esta imagen, que debería bastar más que mil palabras, se repite constantemente a lo largo de la película. Una orgía visual sin sentido que acaba cansando al espectador.

Jack Conrad (Brad Pitt) busca reinventarse como estrella de Hollywood ahora que el cine ha dejado de ser mudo, Nellie LaRoy (Margot Robbie) intenta ser aceptada como estrella emergente mientras supera los hándicaps propios de su educación, Manny Torres (Diego Calva) quiere triunfar en la industria del cine, pese a las personas que le lastran. Los temas de la película son la ambición y la persecución de un sueño que brilla más que existe, pero esta idea, que de por sí era buena, se pierde en interminables escenas que hacen perder fuerza a la historia de cada personaje.

¿Esto último quiere decir que es demasiado larga?

Sin ninguna duda. Llenar Babylon de sexo, violencia y escatología no la convierte en una buena película. Pero hacer que los minutos pasen empeñándose el guion en mostrarnos más y más metraje sobre estos excesos no ayuda a mejorar la atmósfera. Porque, si todo es exceso, nada lo es, así que, ¿por qué escandalizarnos porque Nellie actúe como una barriobajera comiendo tarta con las manos? La película lleva tanto tiempo mostrándonos que así es como se comportan todos en Hollywood que ese momento con la tarta y los gritos pasa desapercibido. La respuesta del espectador es un hastío de tanto vicio vacío de contenido.

Conscientemente exagerado no es lo mismo que acertado. #Babylon peca de excesos, sí, pero de los que hacen mala a una #película. Clic para tuitear

Y es que no es lo mismo que una película no sepa condensar las escenas y requiera de más metraje del necesario para contar su historia, que incluir relleno en ella. Y Babylon tiene de ambas cosas: demasiado relleno y demasiadas tramas que no aportan nada. Esta saturación de contenido tiene su momento álgido con la subtrama de Tobey Maguire y se va reafirmando en cada uno de los cuatro momentos en los que pensé que terminaba el film.

Pero la película no nos mentía, desde su título “Babilonia” hasta los primeros cinco minutos de metraje con su escena del elefante, todo era un aviso sobre el tono que iba a tener el resto de la película. Esto va de excesos. Y nosotros, mientras, intentando encontrar entre tanto desnudo y farlopa una gran historia.

Cuando el espectáculo debe continuar, todos cantamos bajo la lluvia.

Las referencias a esa maravillosa película llamada Cantando bajo la lluvia son constantes. Babylon quiere establecer sus similitudes no ya con el famoso musical de 1952, sino con la época en la que se desarrolla la película, que es la misma en ambas: el paso del cine mudo al cine hablado y cómo desarrollaron y adaptaron su carrera los actores de Hollywood.

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¿Os imagináis a Debbie Reynolds como Kathy Selden con estas pintas y actitud a la salida del cine?

No obstante, mientras Cantando bajo la lluvia era elegante e iba al grano, Babylon es ordinaria, se pierde entre detalles turbulentos y le cuesta encontrar su lugar. Cualquiera, en algún momento de la película, llegará a la conclusión de que Babylon quiere ser una versión de Cantando bajo la lluvia. Una especie de remake, quizás incluso un reboot, ¿puede que un homenaje? Cada uno hace lo que quiere con su película, pero aquellos que adoramos el cine de los años 20 habríamos querido ver la decadencia al ritmo del charleston, no de gogos anacrónicas.

Las actuaciones tampoco ayudan al homenaje. Me cuesta ver a Clara Bow en esa Nellie LaRoy, me cuesta ver a John Gilbert en ese Jack Conrad. ¿Querían que pensásemos en Lina Lamontt y Don Lockwood de Cantando bajo la lluvia? Más favor les hace la inclusión (acertada) en la película de la historia del trompetista de jazz Sidney Powell (Jovan Adepo) y la aparición de la película El cantante de Jazz.

¿Pero es que todo va a ser malo?

Babylon quiere mostrar su moraleja. Babylon es hija de su tiempo y no se limita a mostrar un final feliz y bien cerrado como en Cantando bajo la lluvia. Babylon es consciente de que Hollywood es un mundo duro, lleno de mentiras, traiciones y libertinaje. Y sus personajes viven y decaen en consecuencia. Y eso me encanta porque lo hace realista.

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Más de esto, por favor.

Veo problemas de guion, de dirección, de edición. Babylon como producto audiovisual cae en el mismo hedonismo que pretende mostrar. Toda justificación contextual tiene un límite y Babylon no ha sabido encontrarlo. Sería indulgente si realmente esa moraleja estuviera bien construida. No me refiero a ese final made in Hollywood que nos presenta el film al final, y que sí, que me encanta, sino a la magia del cine.

Esa magia del cine, aunque agotadora, la vemos durante la primera parte de la película, encabezada por ese día de grabación en el que falta una cámara para rodar y van contra reloj. Es caótico, es desesperante, pero es hermoso de ver. Muestra esfuerzo, trabajo en equipo, las miserias humanas. También la tenemos en la mejor escena de la película, cuando Elinor St John (Jean Smart), columnista de cotilleos, le canta las verdades a Jack Conrad. Luego ya se pierde para no volverse a encontrar. Y tiene que volver a recurrir a la bacanal para justificar que show must go on.

Babylon

5.6

NOTA

5.6/10

Destaca en:

  • Técnicamente interesante.
  • Gustará a los amantes de los excesos visuales.
  • Su conexión con Cantando bajo la lluvia es fantástica.

Podría mejorar:

  • Desaprovechamiento de los actores.
  • Se pierde constantemente en lo que quiere contar y eso la hace demasiado larga.
  • Olvida que menos es más.
  • Innecesariamente escatológica.
  • Problemas de dirección, guion y edición.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II

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