Palomitera, entretenida, predecible, olvidable. Cuatro palabras para definir a Ant-Man y la Avispa Quantumanía (2023) que nos sonarían a auténtico mazazo en la cabeza si no fuera por una quinta: cutre. Y sé que suena bastante fuerte y más tratándose de Marvel, pero si ya ha sido demasiado ver cómo la primera película de la Fase 5 del universo de Marvel suspendía por anodina en cuanto a argumento, ejecución y chistes, más heavy ha sentado ver cómo el plato fuerte de estas películas, los efectos especiales, caían en pro de ser invertidos en Black Panther 2, una película tan mala que ni llegué a terminar de ver (razón por la cual no está su análisis en la web).
Y es que el aspecto visual en una película de acción destinada a ser blockbuster es muy importante. No estoy diciendo, por supuesto, que Ant-Man 3 sea para arrancarse los ojos, pero si tenemos en cuenta que el 90% de la cinta se desarrolla en un universo de ficción, en una realidad alternativa, el plato fuerte debería haber sido los efectos digitales. Sabiendo como debe saber eso Marvel, me indigna bastante que haya acudido al crunch por un lado y al pasotismo por otro (sí, aunque suene contradictorio) para dejarnos con un producto mediocre que a los fans de la saga creo que sí nos importa bastante.
Mi mensaje para las industrias en general y para Disney en concreto en este sentido es el mismo que en los videojuegos: a mí como usuaria no me importa esperar. Sacad bien los productos, aunque sea más tarde. Contratad más gente, evitad el crunch, respetad los derechos humanos. Que parece que queréis ser los más ricos del cementerio.
Dicho esto, ¿qué tal la peli?
Ant-Man y la Avispa Quantumanía es secuela de Ant-Man (2015) y Ant-Man y la Avispa (2018) y constituye la película n´º 31 de esta locura que es el Universo Cinematográfico de Marvel. La sinopsis de la película es tan breve como decepcionante: Scott Lang (Paul Rudd) y su familia “viajan” al mundo cuántico y se enfrentan al villano de turno, encarnado en Kang el Conquistador (Jonathan Majors), un megalómano de manual.
La gracia de la película pues se encontraba en ese reino cuántico en el que cada uno soñábamos con encontrar maravillas completamente opuestas a las de la Tierra. La decepción es mayúscula porque, quitando alguna sorpresa inicial, uno tiene la extraña sensación de encontrarse en una película de Star Wars con demasiadas mezclas de los diferentes mundos… sin encontrar definitivamente su estética. En Star Wars era comprensible, viajaban entre planetas y cada uno tenía una identidad diferente (sí, por mucho que nos parezca que todo es Tatooine o Endor), pero aquí van de un lado a otro y los elementos resultan simplemente chocantes. Y con la constante sensación de que el mundo cuántico podía dar mucho más de sí.
Esto va de la familia.
Me gusta mucho la idea de que Ant-Man y la Avispa Quantumanía en realidad trate de las relaciones familiares. Iron Man descubre que Pepper es su única motivación al ser ella su única familia. Los Guardianes de la Galaxia se identifican entre ellos como familia y así se tratan. Pero en general, puede que esta sea la primera película que aborda el tema de cómo se tratan entre sí cada miembro de la familia y cómo afectan sus decisiones, mentiras y personalidad a los otros miembros.
Cierto que el hecho de que Hank Pym (Michael Douglas) sea un ex miembro de SHIELD y el primer Ant-Man no ayuda mucho a esperar una familia normal. Su mujer Janet van Dyne (Michelle Pfeiffer) es la Avispa original y otra eminencia en su campo. Su hija Hope (Evangeline Lilly) es la gerente de la Fundación Pym van Dyne, así que una filántropa multimillonaria mega ocupada y actual Wasp tampoco se acerca a la normalidad. Y la nieta Cassie (Kathryn Newton) sigue los pasos de sus padres y abuelos, así que os podéis imaginar. Una familia de superhéroes demasiado inteligentes y Marvel lo que quiere vendernos es una historia familiar.
Y por esa parte, la película funciona. Bueno, funciona a la manera de las películas de acción facilonas con actores que no tienen que esforzarse en actuar bien, pero funciona. Todos sienten remordimientos por haber prestado más atención al trabajo que a la familia. Scott en concreto, como protagonista que es, siente haber sido un padre ausente. Toda esta amalgama de sentimientos que los personajes van desarrollando a lo largo del film crean la ilusión de una aventura familiar como aquella lejana Mentiras Arriesgadas. Nada le gusta más al público casual que la familia que lucha unida, aunque, si queréis algo realmente divertido y en esa misma línea, mejor os veis Los Mitchell contra las Máquinas.
¿Por qué mi decepción con la historia entonces?
Porque yo no venía a ver la redención del padre que quiere mucho a su hija. O de ascendientes confiando en sus descendientes. El director Peyton Reed, responsable de esta trilogía, tenía elementos para haber dirigido el film a donde quisiera. Podía haber ido asentando las bases de película en película para crear algo interesante, profundo y con mucha ciencia ficción de por medio, pero ha explotado de la forma más tosca y rutinaria la idea del delincuente reformado, los científicos ensimismados en su trabajo y la hija rebelde y ha creado una película de sobremesa de manual.
Por último, tampoco ha conseguido hacer destacar a Ant-Man por encima de otros superhéroes (en las películas, en los cómics ya sabemos que es relevante por derecho propio). No le pasa sólo a Ant-Man. Ojo de Halcón o Viuda Negra sigo sin saber por qué están ahí, en medio de los Dioses, lanzando patadas y flechitas. Que por lo menos Ant-Man “hace magia”. O ciencia. Pero el resultado de esto es un inicio de Fase 5 deprimente y una película con un guion predecible. Ni siquiera la presencia de Bill Murray lo arregla. Al final, lo mejor, las escenas post-créditos. Pues se ha lucido Marvel.