De todas las películas de animación que pululan por las videotecas y ordenadores de todo el mundo, de todas las historias que ha dirigido el gran Hayao Miyazaki, la queridísima La Princesa Mononoke (1997) es probablemente la más famosa y la mejor (sí, pese al Oscar de El Viaje de Chihiro).
Ambientada en una época en la que convive lo tradicional con lo moderno, los samuráis con los soldados, el caos y el orden; surge una guerra que enfrenta ante todo a la Naturaleza contra los humanos.
Ashitaka, víctima de una maldición por querer defender a su pueblo de un jabalí con un espíritu corrupto, parte en busca de un remedio para salvar la vida. En su camino tropieza con el clan Tatara, fundidores de hierro, y su capitana, Lady Eboshi, enfrentados permanentemente con San, la Princesa Mononoke, una especie de Moogle oriental criada por lobos que lucha por evitar que el bosque sea destruido, y con él, sus espíritus moradores.
Mientras Mononoke pretende destruir la Ciudad del Hierro, establece una profunda relación con Ashitaka. Éste, en medio de dos bandos, ha de comprender a ambos y preservar lo que de bueno tenga cada uno.
¿Y por qué es tan famosa esta película?
Bueno, vamos a dar por hecho que no has crecido rodeado de la cultura japonesa, ni del mundo de la animación y que sencillamente no te van las películas que no sean de imagen real. Aún así, La princesa Mononoke es un clásico de visionado obligatorio para todos. Una joya atemporal con muchos secretos. Obviamente no pretendo desvelaros todos pero, al igual que me pasó con Fruits Basket o Lo que el viento se llevó, hay obras que, sencillamente, es complicado hablar de ellas y transmitir lo bellas y perfectas que son.
Y esta perfección comienza con su apartado técnico, puesto que marcó un antes y un después dentro de la animación japonesa. Es la primera película de Ghibli que incluye efectos digitales que están tan bien integrados que es difícil notarlos. La calidad y complejidad del dibujo está muy por encima de la media (sobre todo en escenarios) y el valor del diseño artístico está a la altura de todas las producciones de Ghibli.
Por un lado, tenemos un mundo medieval en plena expansión industrial. No es una película histórica, pero sí que el contexto pretende ser una crítica a la situación de la Tierra cuando los seres humanos olvidamos que sólo tenemos una (por ahora, claro).
Otro de los temas que se tratan en La princesa Mononoke es el hecho de que la Naturaleza, si bien siempre merece ser salvada, no es el lado bueno de ninguna historia. De hecho, muchas veces puede llegar a ser cruel, según nuestros cánones. Por ello, cuando el Espíritu del Bosque hace aparición, es un error clásico atribuirle poderes siempre en pro de los hombres; son los hombres los que deben ser bondadosos con la Naturaleza, pese a que ella permanezca neutra.
Una gran obra no podría serlo sin unos personajes excepcionalmente desarrollados y cuya química despliegue unos diálogos inolvidables. En este caso, más fuertemente aún que en otras películas de Miyazaki, cada personaje encarna metafóricamente una serie de valores y características. Desde las mujeres que trabajan en la forja, hasta Ashitaka, todos son personajes que no pueden permanecer neutrales en esta guerra.
En #LaPrincesaMononoke el verdadero enemigo es el Odio Clic para tuitearCierto es que Miyazaki mantiene su inclinación por los personajes femeninos, pero en La princesa Mononoke va un paso más allá haciendo que prácticamente la totalidad de los personajes femeninos sean protagonistas. No hay mujeres malas, sólo luchadoras, optimistas, algunas alegres, otras oprimidas por el sentido de la responsabilidad, pero todas rompiendo moldes. No hay historias de amor típicas, no hay mujeres que esperen a su príncipe. Ellas son líderes con grandes problemas a solucionar y de cuyas decisiones dependen las vidas de los que les rodean. No obstante, es imposible negar la feminidad de cualquiera de ellas, desde la loba Moro, hasta la anciana venerable del pueblo de Ashitaka, hasta, por supuesto, la libertadora, cual Daenerys de la Tormenta, nuestra Lady Eboshi.
¿Por qué menciono su feminidad?
No estoy hablando de feminismo, no creo que la película misma se pare a pensar en ello, es sencillamente que éste es el film más bélico de Miyazaki (con excepción quizás de Nausicaä y el Valle del Viento, 1984) y la dulzura que suele impregnar todas sus películas (recordemos Niki, la aprendiz de bruja o Ponyo en el Acantilado) aquí no se encuentra. Por ello es complicado posicionarse en un bando porque no hay personajes buenos. Cierto es que todos luchan por aquello en lo que creen, pero los espíritus malignos pueden hacer mella en ellos porque todos llevan odio dentro. Y este odio es el verdadero enemigo contra el que hay que hacer frente con los valores clásicos que existen en casi todas las producciones de animación: coraje, superación de uno mismo, amistad, paz, y en este caso, amor por la Naturaleza.
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