NUNCA FUIMOS ÁNGELES: el hábito sí hace al monje

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Erase una vez dos presos que por azares del destino escapan de las minas de carbón y acaban escondiéndose en un pueblecito donde hace un frío que pela disfrazados de curas. Ambos son luchadores, la vida no les ha tratado muy bien, pero a pesar de ser pillos, no tienen mal corazón.

Una de esas grandes muestras que nos da el séptimo arte de que no es necesario grandes escenarios, efectos especiales o guiones tremendamente elaborados para hacer películas soberbias. Ver Nunca fuimos ángeles (1989) es empatizar de tal forma con las situaciones como para decirte a ti mismo: estás tú en la fría nieve, estoy yo en mi sillón y comprendo tanto tu situación que hasta lloro contigo y quiero ayudarte.

No hay que confundir esta película, pese a que esté basada también en la misma obra de teatro, con la de No somos ángeles (1955), protagonizada por Humphrey Bogart y Aldo Ray. Nunca fuimos ángeles (We´re no angels) es un remake, cierto, pero mientras en la película original los presos fingen ser carpinteros y el guion es más básico, en esta (mucho más gracioso, dónde va a parar), fingen ser sacerdotes, y no unos cualquiera, sino unos estudiosos reformistas muy admirados, lo cual da bastante más juego. Muchos pensaron, por ser comedia, y por fingir ser parte del clero, que quizás la película podía resultar algo irreverente (como lo que se pensó también después con Sister Act, 1992) pero la brillantez del guion de David Mamet, unido al genio de un director de la talla de Neil Jordan (Entrevista con el vampiro, 1994) y con los protagonistas que incluye el reparto: Robert de Niro (el padre Riley), Sean Penn (Jimmy o el padre Bronn), una decente Demi Moore y un actor revelación como sería John C. Reilly, hacen que una película que tenía pinta de ser mediocre, sea casi una obra maestra.

Y es que resulta difícil realizar películas prácticamente ambientadas en su totalidad en un ámbito religioso (en este caso un monasterio) y que tengan un punto de thriller, de acción, suspense, comedia y, ¿por qué no? de revelación de uno mismo, y todo esté hilado de manera tan natural. Me viene a la cabeza El nombre de la rosa, y poco más. No es la ambientación, la fotografía, o los escenarios los que nos hacen estar cómodos con la historia, sino la cotidianeidad mezclada con el medio religioso, proporcionando una paz de la que se van impregnando todos los protagonistas, a medida que Dios, y la sencilla espiritualidad de los monjes y los ciudadanos, nos van mostrando un mundo en el que todas las personas, no es que intenten ser mejores, sino que sencillamente, son buenos individuos.

Y no hay duda de que, en los años 30, el pueblecito pegado a Canadá debía ser sumamente religioso, pero la trama está llevada con un proselitismo tal que acabas siendo tú mismo el que te decantas por qué prefieres que suceda, al poder posicionarte de forma neutral. La religión es el telón de fondo, cierto, pero es una visión pura, respetuosa (ya la liaría Jordan en el 2011 con Borgia). Los que sufren por sus pecados, lo hacen de verdad, los pasotas, pregonan su agnosticismo con tolerancia, los creyentes, aceptan el ateísmo de los demás y el pobre Robert de Niro….nos muestra que fingir ser cura puede ser más difícil de lo que cabría suponer. Nunca olvidaré su forma de esconder la cara detrás de la Biblia o su manera de ocultarse inclinándose hacia delante y hacia atrás como si fuera un péndulo. Una de las partes más graciosas que tiene la película es ver como los prófugos intentan meterse en su papel soltando todas las frases religiosas que les vienen a la mente, aprendidas en vete tú a saber qué contexto.

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Y eso que no se ganará al público precisamente por ser una comedia destornillante. Tiene sus gags, es cierto, pero es más el tono general de la película lo que te engancha. Un ritmo suave con sus repechos para mantenernos en vilo, unos diálogos excelentes, unas interpretaciones lejos de lo que nos tienen acostumbrados nuestros protas, porque sí, a veces tienen que sobreactuar y eso confunde, mezcladas con unos actores que no esperaríamos ver (sí, me refiero a Wallace Shawn haciendo del cura traductor) y un mensaje parecido al que mencioné hace poco en A Christmas Carol (1982) son los que hacen de Nunca fuimos ángeles una película inolvidable para revisionar de vez en cuando. Quizás incluso en estas fechas, en las que sentimos la necesidad de sentirnos buenos, o de que alguien nos recuerde que sí, que podemos ser mejores si queremos.

7 out of 10 stars (7 / 10)

 

 

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II

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5 Comentarios

  1. Podian dejar los link de las peliculas tambien para poder verlas aparte del analisis.

  2. La critica coincide con mi opinión, al 100%, pero Arizona no colinda con Canadá

    • ¡Hola, Pablo! Gracias por opinar.
      La prisión de la que escapan está cerca de la frontera de Canadá y el pueblo en el que se refugian está allí cerca (debe ser por eso lo del frío que pela durante toda la película, jeje). Pero los sacerdotes a los que suplantan venían de Arizona, que sí, está bastante más al sur (he visto dónde está la errata, lo cambio). ¡Un saludo!

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