Una obra sobre el Holocausto no sólo es siempre tratada con respeto, sino que suele recibir buenas críticas sólo por tratarse de un tema tabú. Pero claro, puedes hacer una maravilla como La lista de Schindler o El pianista, o hacer una película sentimentalista como esta, con ansias de obtener buenos resultados en los Oscars y premios diversos, pero que sólo se queda en la superficie sin conseguir realmente que nos pongamos tensos, como la ocasión lo requiere. ¡que estamos hablando de la Segunda Guerra Mundial!
Es cierto que no te lo esperas, es atípica, un nuevo enfoque dentro de las pelis de nazis, con un toque costumbrista, por no hablar de ese detalle (raro, raro) de que La ladrona de libros esté narrada por la propia Muerte; pero podría haber dado mucho más de sí. No existe tensión, el ritmo de la cinta es excesivamente lento y no consigues empatizar, ¿es que esperábamos muestras del horror que sufrieron todos los pueblos sometidos al régimen nazi?, bueno, no, y tampoco es necesario que apelemos a la lágrima fácil, pero no puedes ondear el estandarte de “la verdad os hará libres” como slogan para la película, y luego no profundizar en nada. Desde luego se desvía del objetivo que tenía el libro de Markus Zusak.
El argumento es sencillo: La ladrona de libros narra la llegada de Liesel (Sophie Nélisse), hija de comunistas, a su nuevo hogar de acogida, en un pueblecito alemán en 1938 y su interactuación con las personas que la rodean (sí, esos que sostienen la película con su brillante actuación); una madrastra ruda y aparentemente interesada (Emily Watson), un padrastro amable y comprensivo (Geoffrey Rush), un compañero de juegos que aporta las mejores conversaciones de la película, y algunos personajes más, algunos muy trascendentes, como Max, y otros que lo intentan y no lo consiguen.
Empieza muchas cosas pero no termina ninguna
Por la película desfilan conceptos y personajes propios de las películas sobre la Segunda Guerra Mundial: judíos, comunistas, negros, banderas nazis, alusiones a la Noche de los Cristales Rotos, quema de libros y aparición de otros claves como El hombre invisible, el cartel de “Feind hört mif!” (“El enemigo está escuchando”)… todos son indicios de qué se vivía en aquel momento, pero no se consigue transmitir esa sensación de agobio, de pérdida de identidad, de miedo ante que te descubran, te asesinen. Aquello parece el pueblo de Bella, sólo le falta la canción y todos saludándose.
De cualquier forma, se trata de un drama en el que vemos como Liesel se refugia en su mundo de fantasía para huir del horror. Sí, al estilo de “La vida es bella“. A medida que va avanzando la película vemos cómo esa frase que pronuncia el judío Max “las palabras son vida”, van calando en Liesel de tal manera que empieza a pensar por sí misma, a cuestionarse lo que está bien y lo que está mal, a vivir más allá de sí misma, y nosotros empatizamos con ella. Y eso es lo que le lleva a actuar. Pese a ello, y como bien apunta la Muerte, ante la guerra y ante ella misma, los seres humanos somos marionetas.
Resumiendo, demasiado metraje para no contar apenas nada. Ofrece con su soberbia fotografía más de lo que en realidad contiene. Un drama kitsch sobre el Holocausto que no pasará al top 10 de las mejores películas sobre esta temática.
Me habían comentado de todo sobre esta peli. Gente que habla muy bien y gente que la pone fatal, por eso estaba esperando a que publicaseis esta reseña para conocer vuestra opinión, porque la verdad es que me encantan vuestras valoraciones y el razonamiento. Creo que me leeré el libro en vez de ver la peli, porque por lo que dices tiene más “chicha”
Muchas gracias por el blog!! Está super chulo!