ICHI THE KILLER: violencia y deseos en un mundo plagado de máscaras

Nos encontrábamos en el problemático y agitado año 2001 cuando el prolífico Takashi Miike presentó la explícita Ichi the killer, adaptación del manga homónimo, en el festival de cine internacional de Toronto.

El señor Takashi ya es un director polémico de por sí pero hay que admitir que se coronó con la decisión de ofrecer bolsas para vomitar a todo aquel que asistiera a la proyección de su película durante el festival. Por lo visto su idea estaba más que justificada ya que hubo algún desmayo y un hombre echó lo que sea que hubiera comido esa tarde. Estos hechos sirvieron como inesperada campaña publicitaria para un film que siempre sera recordado por su escenas llenas de sangre y violencia explícita pero…¿es Ichi the killer algo más que un alocado baño de sangre o lo único que tiene que ofrecer es un montón de tripas falsas y sirope de fresa?. Tened en cuenta que este artículo se centra  en valorar la película por sus propios méritos y no en si es una buena adaptación o no.

Porque a veces no es lo que cuentas, sino el cómo

La trama de la película nos sitúa en un Tokyo gobernado por dos bandas de la Yakuza con una relación mutua del todo menos sencilla. Las cosas siempre son complicadas para la mafia japonesa, pero todo se pone patas arriba tras la repentina desaparición (y más que posible asesinato) del jefe Anjo (Shun Sugata), evento que supone un duro golpe para la banda y que deja al cargo de la misma al más que inestable Kakihara (Tadanobu Asano, a quien recordaréis junto a otro actor, Shinya Tsukamoto – que interpreta aquí a Jiji – de la reciente Silencio), mano derecha del líder y psicópata masoquista a tiempo completo.

Por si esto no fuera poco, un misterioso justiciero, conocido simplemente como Ichi (“uno” en japones), ha empezado a masacrar de forma salvaje a ciertos miembros de la Yakuza, dándole a Kakihara un pretexto perfecto para iniciar una sangrienta cruzada en nombre del jefe Anjo y así encontrar (y hacerle vete tú a saber qué) al letal Ichi (Nao Omori), que  además de estar como una regadera esconde unos cuantos secretos.

Como veis la premisa inicial de la cinta, poco original, sienta las bases para una masacre muy loca desde el primer momento, algo con lo que la película cumple con creces.

La violencia en todas sus vertientes como uno de los temas principales de la película

Porque si algo caracteriza a Ichi the killer es su violencia extrema y alocada, que no solo supone un reclamo más que evidente para todos aquellos que disfruten con este tipo de cine (como un servidor), sino que consigue dar un paso más allá y no quedarse en un mero espectáculo cruento, convirtiendo la misma violencia en uno de los temas principales de la película.

Y es que la violencia es de todo menos consistente, con algunas escenas muy bestias, crudas y desagradables (hay una que incluye agua hirviendo que resulta particularmente difícil de ver) y con otras que, directamente, parecen escapar a toda lógica y coherencia, ofreciendo coreografías y situaciones que no solo resultan exageradas y nada creíbles, sino que además están aderezadas con generosas cantidades de sangre, miembros y las entrañas de los pobres desgraciados que se cruzan con el inexplicable Ichi, resultando tan locas y ridículas que dan la vuelta y se transforman en una suerte de comedia negra de la que uno no esta muy seguro de si reírse o escapar gritando como un energúmeno.

Es en esta oposición entre una violencia ridícula y otra más cruda y desagradable donde la película parece intentar plantar la semilla de la duda en el espectador, invitando a la reflexión acerca de nuestro papel como observadores y lo correcto (o incorrecto) de construir películas alrededor del morbo y el espectáculo. Sin embargo, como he dicho, la película solo invita a la reflexión, y en ningún momento se moja diciéndonos si esto está bien o está mal (lo que, por otra parte, habría resultado algo hipócrita) sino que se limita a decirnos: “mirad, aquí tenéis la sangre que tanto os gusta, podéis disfrutar o mirar para otro lado, pero el resultado final será el mismo”.

Pero su plato fuerte son sus personajes

Si algo caracteriza a Ichi the killer incluso más que sus exageradas y casi ridículas escenas de acción, son sus histriónicos y caricaturescos personajes, siendo Kakihara y el propio Ichi los mayores exponentes de un estilo muy particular y característico, haciendo que la relación entre ambos acabe convirtiéndose en el eje central sobre el que pivota el resto de la película y que conecta de forma directa con el tema mencionado anteriormente.

Ichi y Kakihara son los protagonistas de un circulo vicioso de violencia desmesurada en el que no hay lugar para la pena o los remordimientos. Ambos personajes se complementan de forma casi magnética, pero al contrario de lo que sucede con otras relaciones de protagonista-antagonista (como Batman y el Joker por ejemplo) Ichi y Kakihara no son polos opuestos o comparten visiones diametralmente diferentes acerca del mundo o la naturaleza humana. De hecho, por extraño que resulte, a ambos personajes les importa un bledo el mundo, el resto de humanos o hasta su propia vida. Son personajes llevados al extremo y controlados por sus deseos hasta un punto casi enfermizo y ridículo, pareciendo extranjeros en un mundo poblado de fantasmas que se ocultan tras sus máscaras y que no los entiende ni jamas lo hará.

Así, Ichi resulta ser una representación exagerada y caricaturesca de la lucha interna entre el yo impostado, el que creemos que nos corresponde ser como miembros de la sociedad y el yo auténtico, el que nos susurra atrocidades en los rincones más recónditos de nuestra mente.

Ichi the killer plantea este dilema mostrándolo a nuestro protagonista como un ser débil, llorica y patético que se lamenta de forma ridícula cada vez que su lado oscuro, un asesino despiadado y sanguinario que destripa a todo el que se cruza en su camino, hace acto de presencia.

Lo curioso, y lo que creo que es más importante aquí, es que la película no cae en el recurso fácil y trillado de la doble personalidad para presentarnos esta dicotomía. Ichi no tiene dos personalidades que se alternan y le atormentan, se trata de una única mente en la que la perversión y la sed de sangre conviven con el arrepentimiento y el deseo de aceptación, resultando en un personaje de lo más extraño y ante el que solo podemos quedarnos con cara de idiotas mientras lo vemos pasar de la risa al llanto en un instante al tiempo que desmiembra gangsters de la Yakuza japonesa.

Kakihara por su parte no cuenta con este dilema, y se trata de un personaje que ha aceptado por completo sus deseos más oscuros. Al lugarteniente de la Yakuza no le importan ni las normas ni las convenciones sociales a las que el resto de humanos se someten, ha conseguido trascender su yo impostado y se ha convertido en una criatura para la que el deseo es lo único real y tangible en un mundo de personas que no muestran su verdadero ser.

Así, Kakihara busca sentir dolor extremo de forma totalmente enfermiza, y su masoquismo ha llegado hasta tal extremo que la muerte es lo único que conseguirá otorgarle la satisfacción que tanto ansía. De esta forma, Kakihara encuentra en Ichi un salvajismo a la altura de su obsesión y la cruzada para averiguar el paradero del jefe Anjo acaba convirtiéndose en un juego enfermizo en el que, aún sin haber llegado a conocerse físicamente, ambos personajes toman parte.

Por lo tanto podemos afirmar que ambos personajes suponen una analogía de las posturas que el espectador puede tomar respecto a la violencia en el cine. Ichi, que espía a sus víctimas antes de asesinarlas, representa la culpabilidad y la tristeza que supone el hecho de saber que disfrutamos del morbo y la muerte que presenciamos (y del que, en parte, somos partícipes al desearlo) mientras que Kakihara representa la aceptación total de esos impulsos y la, más que posible, autodestrucción que ello conlleva.

Aun así, como ya he dicho antes, la película se limita a plantear esta dicotomía y en ningún momento afirma que ninguno tenga razón o que un camino en particular sea más correcto que el otro, simplemente nos deja asistir al demente espectáculo que supone la desesperada danza de la muerte de ambos personajes, dejándonos con un vacío y una sensación indescriptible mientras nos preguntamos… ¿realmente hemos disfrutado del espectáculo?

¿Es esto suficiente para que funcione la película? ¿Qué pasa con su propia identidad?

Y, aun con todo, hay algo que aleja a Ichi the killer de resultar verdaderamente magistral. Supone todo un referente en el género gore, eso no se puede negar, plantea la violencia de una forma nada convencional y resulta ser todo un tratado de los límites del uso de la misma en el cine, pero cuando miramos a la película en conjunto nos encontramos con que algo no acaba de funcionar del todo.

Quizás sea el montaje, que puede resultar algo caótico en ocasiones, y que junto a la gran cantidad de personajes con nombres algo complicados de recordar (es lo que tiene no ser japo) puede dejarnos algo confusos y sin estar muy seguros de qué demonios está pasando.

#IchiTheKiller nos invita a la reflexión acerca de nuestro papel como espectadores Clic para tuitear

Pero si se trata de buscar culpables creo que el mayor problema del film es lo difícil que resulta encuadrarla en un género o asignarle una identidad concreta. En ocasiones parece que va a ser una película de mafiosos seria y cruda, en otras una comedia negra, en otras una película gore de serie B y otras parece que se va a poner muy “meta” (ya sabéis, algo que va “más allá” y habla sobre sí mismo, como Logan explorando la naturaleza de las películas de superhéroes) pero acaba por no llegar a nada muy definido.

Quien sabe, quizás Ichi the killer  sea todas esas cosas a la vez, quizás sea una especie de monstruo de Frankenstein tan extraño y perturbador que es imposible encuadrarlo en un género muy definido, o quizás su director se haya hecho un lío tremendo adaptando el manga y le haya salido una cosa muy rara que no terminamos de entender del todo pero, en cualquier caso, creo que se trata de una película que disfrutareis todos aquellos que seáis fans del gore o que, simplemente, estéis buscando una película diferente, con temas y personajes muy interesantes y a la que solo se le puede reprochar su confusa falta (o más bien exceso) de identidad.

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Ichi the Killer

7.7

NOTA GLOBAL

7.7/10

Destaca en:

  • La trama convence y mantiene el interés
  • Personajes muy carismáticos y muy trabajados
  • El uso de la violencia
  • El aire de humor negro que desprende en ciertas ocasiones le sienta como un guante

Podría mejorar:

  • No es apta para estómagos débiles
  • El montaje puede resultar algo confuso
  • En ocasiones parece un galimatias de géneros que resulta de lo más extraño

About Mr. Thanos

Mr. Thanos nació con un sable láser en una mano y el guantelete del infinito en la otra, adora el cine, los libros, comics , videojuegos, mangas y animes, si son gore mejor. Es recomendable no darle de comer a partir de las 12

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