Saltar, volar, flotar, dejar nuestros grilletes, es nuestro deseo y lo que aspiramos junto a Riggan (Michael Keaton) a lo largo de la película. Liberarse.
Riggan, fue conocido en los 90 por interpretar en el cine a un personaje de cómic oscuro, un justiciero, un crítico acechador en la oscuridad… Birdman; empezando y acabando ahí su carrera como actor profesional. Hasta que decide volver a colocarse como artista de renombre y recuperar el orgullo que le queda… estrenando una obra en Broadway, evento que espera que pueda enderezar toda su vida.
Un casting muy interesante es lo que se nos presenta para una cinta que ha sido nominada para los Oscars de este año. Como protagonista tenemos a Michael Keaton (“Need for Speed“, 2014), seleccionado especialmente por haber interpretado a Batman en la película dirigida por Tim Burton en 1992, y que supuso el fin de su carrera como actor profesional (realizando posteriormente películas de menor calado e interés); así que ¿quién mejor para interpretar los tormentos de Birdman?.
Emma Stone (“The Amazing Spiderman 2“, 2013), como la hija de Riggan, niña pija, princesita, una flor rota que aspira a llamar la atención de su padre, y a ofrecer otro punto de vista de sus aspiraciones con su desgana por todo lo que le rodea.
Zach Galifinakis (“R3sacón“, 2013), como ayudante, abogado y amigo de Riggan, que le ayuda en el transcurso de la realización de la obra de teatro y da el punto materialista y amistoso a la trama.
Naomi Watts (“Mientras éramos jóvenes“, 2014), interpreta a una compañera de reparto de Riggan, una aspirante a actriz cuyo sueño ha sido actuar en Broadway, mostrándonos todas las caras de aquellos que quieren triunfar en EEUU.
Edward Norton (“El Gran Hotel Budapest“, 2014), es el actor prepotente que sabe que es bueno. Su aparición en la obra es a la vez una bendición y un problema.
El nivel de fantasía que desprende el guión es obra de la mano de Alejandro González Iñarritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris y Armando Bo. Gran sorpresa nos produjo el ver que Keaton estaba haciendo de un personaje como Riggan para reírse de sí mismo y hablar de los problemas y muchos planteamientos que supone que un personaje estigmatice tu carrera para siempre. Pues aún con ese proyecto tan ambicioso, la trama guarda todavía muchas sorpresas.
Así, como ya os imagináis, esta cinta habla sobre los actores en general y la carrera de actor, crítica, fama, ascenso, decadencia, el estrellato y el Glamour de Broadway. Las vivencias, intereses y colisiones de los protagonistas darán combustible al engranaje que es la película, una máquina que funciona por los personajes.
Sí, muchos pensamos que esta película se centraba en las barreras de un actor afrontando las dudas de su mejor/peor papel y sus secuelas, que son los problemas de hacer de un superhéroe y enfrentarte luego con la realidad…y en cierto modo, pues es así.
La película está rodada en (falsos) planos secuencia y grúa, proporcionándote la sensación de ser un espectador fantasmal y silencioso, un boyeaur de lo que ocurre entre bambalinas. La iluminación oscura, sucia y a ratos eléctrica, iluminada por los neones del mundo del espectáculo te mete de lleno en Broadway, o al menos en los entresijos de un teatro de caché.
Todo el recorrido emocional que nos sugiere va acompañado en ciertos momentos de música que se componen en tres variaciones de estilo, predominando el repiqueteo variable de una batería propia de una Jam Session, cortesía de Antonio Sánchez. Está aderezado con otros temas, pero el predomino de la batería y el diapasón le da una seña de identidad.
El ritmo flojea en partes, no es una película trepidante, y el hecho de esa simulación de un sólo plano secuencia le proporciona un ritmo poco convencional. Y por el ritmo no hay problema, es una película con muchos enfoques y muchos temas (por los que pasa inevitablemente de puntillas) y era de esperar que fuera el todo lo que nos convenciera, no los matices, pero habría sido agradable que la suma de las partes se hilara tan bien que nos viéramos obligados a admitir que esto no es un ejercicio. Y quizás es el epíteto de ejercicio lo que hace que el final no sea muy valiente, resultón, pero no atrevido para lo que nos venía enseñando la cinta.
Película interesante, con una visión particular, que digamos, era necesaria para enseñar lo que puede ser el cine y la interpretación a brochazos, porque si esto fuera una muestra de la interpretación, tendría que llegar a muchos otros estándares. Es un ejercicio bien planteado, con un enfoque muy bueno. Pero que se queda en ensayo, y es por el guión, y la interacción entre los distintos elementos, lo que hace que esta obra cobre vida.
No apta para todos, no por su contenido explícito, sino que es un film sesudo, con muchas lecturas, a la cual ayuda el metateatro, así que se ha de abstener es que se ha visto atraído por ese trailer engañoso que promete un cine palomitero.
(8,5 / 10)
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