Nada menos que 4 años han pasado desde la emisión de aquella primera temporada de la novedosa One Punch Man, serie de animación manufacturada por el archiconocido estudio de animación Madhouse y que, basada en el webcomic homónimo del artista ONE, nos narraba las peripecias (o más bien las desventuras) del superhéroe Saitama, un desdichado miembro de la asociación de héroes para el que las batallas contra monstruos habían perdido toda emoción y sentido, pues se había vuelto tan sumamente poderoso que todas acababan con un único puñetazo.
Con un argumento tan aparentemente sencillo, podría parecer que OPM no iría más allá de la delirante excentricidad que resultó ser la primera temporada, un festival de explosiones, monstruos y super-golpes tan exquisitamente animados que ya tan sólo por el espectáculo visual que ofrecía merecía la pena ser visionado.
Sin embargo, y en contra de lo que muchos puedan pensar, One Punch Man aún tiene mucho que decir y, si bien esta segunda temporada no cuenta con la excelentísima animación de un estudio como Madhouse, sí que tiene otras virtudes que justifican el interés de los fans del superhéroe calvo.
La trama, sin entrar en demasiados detalles, se centra más que nunca en los tejemanejes de la asociación de héroes y en las aventuras que vivirán el androide Genos y su maestro Saitama en su camino para convertirse en héroes populares y queridos por el público, así como en la aparición de un nuevo villano conocido como “El Cazador de Héroes” que está haciendo estragos entre las filas de la asociación.
A primera vista, el argumento parece el típico que nos encontraríamos en cualquier shonen reciente: un nuevo y peligroso villano, nuevos personajes y habilidades y un universo que se expande más allá de lo mostrado en la primera temporada y que enriquece el lore de la serie.
Pero si de algo hace gala OPM es de su capacidad para parodiar y burlarse precisamente de todos esos elementos tan característicos del género que aquí, o bien son presentados de forma exagerada hasta que resultan totalmente inverosímiles e irreconocibles (normalmente a través de Genos, que está construido como el protagonista prototípico de un shonen) o bien son directamente ridiculizados por Saitama y su apatía generalizada hacia el mundo que le rodea, mostrándose impasible ante toda amenaza o problema que surge en su camino y solucionándolo todo con puñetazo desganado para después marcharse a hacer la compra y echarse unas “plays” en su casa.
Aunque, por supuesto, no todo iba a ser acción, y la segunda temporada de OPM también se las apaña de maravilla a la hora de presentar un cast de personajes principales y secundarios que resultan genuinamente interesantes y que cuentan con una evolución considerable respecto a lo que habíamos visto en la primera temporada.
Algunos, como Saitama o Genos, se mantienen muy en la linea de lo que ya habíamos visto y sus arcos argumentales son una evolución natural de los que ya tenían en la anterior temporada, mientras que otros, como King, o el villano recién llegado, Garou, cuentan con arcos muy interesantes y muy bien planteados que, de nuevo, juegan con lo que se esperaría de un shonen más tradicional para desafiar nuestras expectativas y sorprender con la dirección que se ha tomado con sus historias.
Ahora bien, no todo iba a ser positivo y, si bien la segunda temporada ha conseguido mantenerse relevante argumentalmente hablando, el cambio de un estudio de animación como Madhouse por el, mucho más discreto, J.C. Staff, se ha dejado notar mucho en esta segunda temporada, cambiando una animación que estaba entre las mejores de la industria por una mucho más estándar que resulta mucho menos detallada y fluida y que hace que, en parte, se pierda una de las señas de identidad de la serie. Que no es que este mal animada o que sea visualmente deficiente (de hecho, en los últimos capítulos cuenta con un par de destellos de calidad que resultan prometedores de cara al futuro), pero sí que pierde parte de su atractivo y uno de sus mayores reclamos.
Así, la segunda temporada de One Punch Man se nos presenta como una continuación más que digna de la primera temporada, consiguiendo mantener nuestro interés con una trama y unos personajes que están más en forma que nunca pero que, por desgracia, no cuentan con una animación a la altura con la que redondear el conjunto.
De todas formas estamos ante una serie de lo más divertida y ligera que encantará a los que ya sean fans de Saitama o a los que simplemente busquen algo espectacular y entretenido que se sale de los cánones establecidos del género.