SALÓN DEL CÓMIC DE ZARAGOZA 2017: autores, firmas y violencia de género

Para todos aquellos que estuvieron en el Salón del Manga de Barcelona hace unas semanas, lo de ir al Salón del Cómic de Zaragoza 2017 era añadir un poco más de frikismo a sus vidas en una época en la que ya en España dejan de haber salones a la espera de que llegue febrero y éste se presenta como el último de los grandes salones.

No obstante, el epíteto de “grande” es mucho decir, ya que es un evento que ocupa un quinto de su homólogo catalán. Esto tiene sus pros y desventajas, como puede suponerse, al igual que en su día comentamos, comparando el Expomanga de Madrid con el Madrid Otaku.

La entrada es uno de los aspectos más llamativos; únicamente vale 1€, que es casi un donativo, con el que puedes entrar y salir las veces que quieras y que, además, incluye un cómic con historietas cortas que, aunque no es una novedad en los salones, sí que lo es si pensamos en el precio de la entrada.

Los espacios habilitados para niños y bebés es otra de las cosas que llaman la atención, siendo como es un evento relativamente modesto. Ya lo vimos en la pasada ComicCon de Madrid y es una iniciativa muy reveladora, si tenemos en cuenta que el público objetivo de los salones de cómic tiene una edad en la que ya suele haber niños por en medio, cosa que no suele ser tan habitual en los salones de perfil más otaku.

Poner un ropero o una zona de comida son facilidades para el usuario que se consideran lógicas, pero una zona infantil implica una logística muy específica y se agradece que la ofrezcan. Es más, al momento de nuestra visita, comenzaba un Taller de Creación de Historias para niños menores de 6 años que, económicamente hablando, no era necesario incluir, y aquí se ha ofrecido.

Estos detalles confieren al Salón del Cómic de Zaragoza un aspecto entrañable y sencillo pero muy completo, sólo empañado por lo lleno que se encontraba todo a cualquier hora del día. Por ello, el hecho de que costara moverse por los pasillos hace preguntarse si no ha llegado el momento de cambiar a un espacio más grande, tal y como tuvieron que hacer el Salón del Manga de Barcelona, la Japan Weekend Madrid en el 2016 o el Expomanga, hace ya unos años.

Ciertamente casi se podría considerar un evento familiar y si uno se para a mirar los comercios, eran de Zaragoza en su mayoría; no es un evento con una gran repercursión mediática aún, pero ello, más que una cuestión de geografía, es más de tiempo: dentro de unos años puede ser tan grande e importante como cualquiera de los celebrados en Madrid, Zaragoza o Valencia.

Pero está centrado en el cómic

Ignoro si habrá una correlación entre tamaño y temática, pero sí que, después de asistir a muchos salones, uno se da cuenta de que estos eventos más modestos suelen estar más centrados en su público objetivo y en la temática que los ocupa que los grandes, quizás con excepción del Salón del Cómic de Barcelona de estos últimos años. Puede que hubiera esa fiebre consumista que tanto nos desagrada a aquellos que no queremos pagar por entrar en centros comerciales frikis, pero aquí por lo menos todo estaba centrado en el cómic. Sí, había un par de stands con merchandising y videojuegos, y una zona para juegos de mesa, pero en general todo estaba enfocado en los cómics.

Así pues, nos encontrábamos con las iniciativas más gratas de encontrar en un salón de cómic: exposiciones, concursos, conferencias y firmas.

La polémica de las firmas

Esto último es una de las mejores cosas y una de las grandes diferencias con otros salones; la ausencia de monto económico para obtener la firma de tus autores favoritos. Ciertamente que había unas horas concretas para las firmas, pero era gratis y la sensación de cercanía era más palpable.

Puede resultar raro que nos centremos en ese detalle en un Salón que iba dirigido sobre todo a la Lucha contra la Violencia de Género (ver imágenes de la exposición a continuación), pero en uno de los podcasts recientes de Generación Friki, así como en nuestro análisis de la ComicCon de este año, reflexionábamos sobre el giro que estaban dando los salones y las cosas buenas y malas que conllevaba estar adoptando el sistema americano de dichos salones.

Ya no se trata de lo que cueste conseguir la firma o la foto, cada autor tendrá su caché y esas tarifas varían (aun sabiendo que, pese a que pagaste tu entrada al precio que todos por entrar al evento, tu nivel adquisitivo determinaría que te puedas acercar o no a un ilustrador o escritor, con tu cómic también comprado, para que te firme) sino del hecho, simplemente, de que haya que pagar, lo que acrecienta la sensación de que estos eventos han perdido su espíritu, que era el de compartir nuestra cultura.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II

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