EL VIDEOJUEGO COMO MÉTODO DE EVASIÓN: ¿La última gran aventura que nos queda?

 

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Ganar, ser mejor, superarte, evolucionar, llegar más lejos, ser más rápido, y como broche final; vencer al mal.

Estas han sido las premisas de los videojuegos desde hace décadas, agarramos nuestros gamepads dispuestos a ser alguien más, alguien mejor, alguien que nos haga olvidar lo pequeños e insignificantes que somos en realidad.

Los videojuegos nos ayudan a vivir todas esas experiencias que nos prometieron de pequeños: cabalgar a lomos de un corcel, espada en ristre en pos de nuestro destino, ser el piloto más rápido, pisar otros planetas…

El ocio digital se ha convertido en el método de escape estrella de nuestra generación, una manera de viajar lo más lejos posible de nuestra realidad y sumergirnos en universos en los que realmente somos una pieza imprescindible, soles que salen y se ponen por nosotros, princesas eternamente atrapadas en castillos esperando solamente nuestra llegada.

Vamos Link, esa pieza de corazón no se va a recoger sola.

Si reducimos el videojuego moderno a su más básica expresión podemos ver que siguen siendo un montón de tareas que llevar a cabo de manera virtual: “ve a entregar esto” , “recoge tal cosa allí”, “busca las 50 patas de gamusino”…muchas de ellas nos pondrían de mal humor o histéricos de tener que hacerlas en la vida real, sin embargo en los videojuegos hay un matiz que hace que todo sea diferente (aparte del hecho de no tener que movernos del sofá, claro), ese matiz es la relevancia.

Posiblemente salir de tu casa a comprar pan sea una tarea que hayas llevado a cabo cientos de veces, quizá miles, y aún así jamás ha tenido la emoción que tiene salir a recoger estrellas en Mario 64, o recolectar tesoros en Assassins Creed. Esto es básicamente porque estas tareas tediosas están motivadas por una sensación de bien mayor, de relevancia, de que cualquier detalle que llevamos a cabo en estos pequeños mundos virtuales es en pro de una empresa enorme y gratificante. En la vida real, que salgas o no a por el pan le da igual a todo el mundo, menos a tu madre, o tu mujer y esa alpargata voladora con 98% de accuracy y +3 de perforación de armaduras que se acerca a ti a velocidad súper lumínica.

Saber que esa pieza de corazón que nos ha llevado un buen rato conseguir es un peldaño más que subimos de manera firme hacia un esplendoroso final nos ayuda y nos motiva a seguir adelante en Zelda, un logro que nadie nos podrá quitar, puesto que en el videojuego cuando consigues alcanzar un nivel, o recoger un objeto, difícilmente lo volverás a perder. En la realidad sin embargo, ese ascenso, el chico o la chica guapa que te ha mirado en el metro, o el 2×1 para el parque de atracciones son simples estados transitorios, ilusiones,  que (posiblemente) perderemos en algún momento, volviendo si tenemos suerte (hay cosas en la vida que no se pueden cambiar), al punto de partida.

En la vida real, somos ese NPC que se pasea por la calle sin nada relevante que hacer, o que decir.

No hay mucho debate, los videojuegos están hechos en primera instancia para complacernos,no así la vida, que es algo por lo que pasamos todos los presentes, unos con mejor acierto que otros, con la permanente sensación de que nos ha tocado ser ese npc que se pasea por la calle sin mucho relevante que hacer, o que decir. El papel protagonista en el mundo real es solo para unos pocos, que si me permitís el juicio, ni siquiera saben jugar.

Afortunadamente, si has llegado hasta aquí y estás leyendo esto, es porque, al igual que yo, tienes tu punto friki; juegas a un videojuego, lees, ves cine… detrás de esas barbas hay un niño al que le ha tocado vivir encerrado entre cuatro horizontes grises llenos de metal y cristal en los que somos incapaces de vernos reflejados. Y eso, como dijimos en su momento, puede llevarnos a la desesperanza.

Los frikis hemos crecido en número, estamos de moda, lo llevamos con orgullo, las multitudes del futbol o de la TV ya no nos sobrepasan,  somos el resultado de una generación tan cambiante que es difícil de asimilar, hijos de la sociedad del bienestar, sí, pero también del desempleo, de la austeridad, de la indiferencia y del futuro incierto. Somos los únicos que envidiaremos la vida de nuestros padres y sin embargo ellos se niegan a entender por qué cada vez que podemos nos montamos sobre Sardinilla, corremos a defender Reach, nos enfrentamos a Sephiroth o salvamos a Yorda de La Reina: porque posiblemente es lo único relevante que nos quede por hacer.

Y pese a todo, está claro que la vida tiene reservados gratos placeres para todo aquel que esté dispuesto a disfrutarlos, el detalle más insignificante puede ser un manantial de gozo si se tiene la actitud adecuada; una pizza, ese día de Sol en invierno, un paseo, una charla, unas cañas en buena compañía…

Por eso, finalmente creo que hay que saber dónde está el equilibrio, el punto medio en el que sabemos coger lo bueno de cada mundo y disfrutarlo, pues después de un duro día al pie del cañón en el mundo real no hay nada mejor que dejar que los aldeanos de aquella helada aldea que salvaste te saluden al pasar, curar de la genofagia a los Krogan, o que Yennefer te lleve a dar otra de sus vueltas en unicornio.

About Adrian

Adrian Arribas es fundador de Generación Friki. Apasionado de los videojuegos, el manga y el cine desde la más tierna edad, también se encarga de redactar artículos para todas las secciones, aunque se centra especialmente en videojuegos, cine y eventos. Fuera de Generación Friki Adrian es desarrollador de software.

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